lunes, 5 de diciembre de 2016

Conferencia: Vigilia, Conciencia de Sí y Conciencia Objetiva - Silo y La Liberación




En la división atencional primaria se trata de aprehender los fenómenos del mundo externo, manteniendo la sensación de un punto del cuerpo. 

El ejemplo más usado es el del espectador cinematográfico que aunque sigue la secuencia del film, mantiene la sensación de su puño derecho. 

El primer paso de la división atencional por consiguiente, consiste en mantener fijo un punto de apoyo mientras los fenómenos de percepción se desplazan y esto realizado no de un modo alternativo sino simultáneo. 

En el segundo paso, se sustituye el punto de apoyo físico por la conciencia de la percepción o apercepción. 

En la apercepción, siguen variando los fenómenos de percepción, pero se mantiene como punto fijo la vigilancia sobre dichos fenómenos. 

En el tercer paso se reemplaza el punto de apoyo de vigilancia por el punto de apoyo de la conciencia del yo, mientras se atiende a las percepciones. 

La conciencia del yo que mencionamos es la sensación difusa y generalizada de la estructura síquicorporal. 

Cada uno de los tres pasos enunciados pueden profundizarse si se reemplazan las percepciones por representaciones (p. ej. recuerdos). 

Con la división estamos refiriendo la actividad atencional a dos direcciones distintas en su dinámica. 

Aun cuando el punto de apoyo «fijo» varía por el fluir de la conciencia, la actitud de conservar como referencia una sensación permanente, habilita a separarlo del fluir de las percepciones o representaciones. 

Experimentado los tres pasos se comprueba una dificultad mayor en el trabajo con representaciones que con percepciones. 

Esta dificultad es la que brinda los mejores frutos a la división atencional. 

Las cadenas asociativas que se disparan necesariamente en el estado de vigilia cotidiana, nos permiten decir que tal estado no es realmente de vigilia sino de ensueño. 

Llamaremos en adelante a aquél «mentación ordinaria». 

La conciencia en mentación ordinaria realiza casi todas sus operaciones sumida en fantaseo y las imágenes que acompañan a la supuesta actividad despierta se convierten a menudo, en el objeto principal de la conciencia. 

Merced a la división atencional, el fantaseo encuentra enormes dificultades pare desplegarse y aflora otro nivel de conciencia al que puede designarse con propiedad como «vigilia verdadera». 

En ese estado, las actividades superiores se enlentecen pero la atención dividida en dos focos, se concentra y gana en profundidad. 

La mejor comprobación que se tiene de esta afirmación está dada por la ampliación de la memoria. 

Pese a lo que pudiera suponerse, los datos grabados durante la división atencional poseen mayor vigor que los grabados en el estado de mentación ordinaria.

La estructura del espacio se modifica y los tiempos de conciencia tienden a centrarse sobre el instante presente, mientras las retenciones y las protensiones disminuyen. 

Manteniendo una división prolongada, la percepción se depura y los objetos percibidos parecen cobrar mayor «realidad». 

Pero lo más importante es la desadherencia afectiva que se opera en la relación con el mundo. 

Todo lo que llamamos «identificación» y «consideración» se reduce y los fenómenos de proyección emocional a las personas, objetos y situaciones, se limitan proporcionalmente a la intensidad de la división practicada. 

Si el grado de sugestibilidad de las imágenes es máximo durante el sueño nocturno, durante la mentación ordinaria disminuye y se hace prácticamente nulo durante la división porque obviamente aumenta el sentido de la autocrítica al tiempo que baja la adherencia emocional. 

Parece que tal estado va acompañado por ondas más activas que las producidas durante el sueño y la mentación ordinaria. 

Es probable que tal trabajo actúe sobre el punto del despertar que ubicaríamos orgánicamente a nivel de sustancia reticular. 

Las experiencias realizadas con electroencefalógrafos merced a procedimientos de división de imágenes («imagine usted que usted mismo está sentado a su lado» o bien: «imagine que usted se ve o se fotografía desde afuera») muestran ondas más activas que las de la mentación ordinaria, pero menores que las de la división atencional. 

Ya en aquel caso se sospecha una interna operación sobre el punto del despertar. 

Las características mencionadas, nos permiten afirmar que la división atencional produce un estado de conciencia superior al de la mentación ordinaria. 

Desde luego que el término «superior» delata una escala de valores ajena a quien no está en el Trabajo. 

Al nuevo estado puede considerárselo como de vigilia verdadera en cuanto el sujeto controla la mecanicidad de su conciencia en materia de ensueños. 

Pero esta vigilia no implica necesariamente la conciencia de sí, por lo menos en los dos primeros pasos. No se trata de una división atencional en tres líneas. 

La bifurcación se mantiene, pero reemplazando la difusa sensación de apoyo por la observación de los procesos internos. 

Debe comprenderse a la conciencia de sí como un caso particular de la vigilia verdadera en el que se observan no sólo las percepciones referidas al mundo externo sino los procesos mentales que pueden corresponder o no a las percepciones, ya que la atención está efectivamente dividida. 

La operación que permite tal control es conocida como autoobservación y no debe ser confundida con ningún paso de la división atencional. 

Mientras en los tres pasos de división atencional la actitud de apoyo está referida a especies de sensaciones (aun el apoyo de la apercepción), en la autoobservación la actitud de apoyo está referida a la observación de los procesos internos. 

En ningún caso en la autoobservación se reemplaza percepciones por representaciones. 

De hacerse esto se llegaría en un momento a observar una representación y simultá- neamente en la actitud de apoyo, la misma representación pero como acto de conciencia referido al objeto de representación. 

Estaríamos en ese caso trascendiendo el yo sicológico y la división atencional desaparecería para convertirse en la observación de una estructura. 

Podría suceder, no obstante, que observara por una parte representaciones del tipo del recuerdo y por el lado de la actitud de apoyo, procesos internos de tipo motriz. 

En tal caso, la atención permanecería dividida. Para evitar complicaciones es que se recomienda mantener una de las líneas referidas siempre a la percepción. 

El objetivo de la autoobservación no es descriptivo, ni pretende explicar qué son los fenómenos de conciencia como pudiera hacerlo la introspección metódica. Su objetivo es estrictamente la producción del estado de conciencia de sí. 

Debe considerarse que tanto la división atencional como la autoobservación se mantienen a nivel de yo psicológico y no de «yo» fenomenológico. 

La autoobservación implica la división atencional. El estado que le corresponde es la conciencia de sí, que no puede realizarse sino en estado de verdadera vigilancia. 

La división atencional podrá ser cuestionada por algunas corrientes sicológicas que identifican el yo con la atención. 

Como suponen que tal yo es indivisible, a la atención harán corresponder igual característica. 

Otros piensan que la atención es una función del yo y éste, la estructura organizadora de los procesos mentales. 

Tal estructura admitiría sólo un foco atencional que podría abarcar varios objetos simultáneamente o bien oscilar de unos a otros a tal velocidad que produciría en el sujeto la ilusión de haber dividido su atención. 

Si bien es cierto que la explicación de la división atencional por el recurso de la «ilusión» del sujeto no es descabellada, importa previamente que tal corriente sicológica demuestre que el yo es la estructura organizadora de los procesos y que la atención es una función de tal estructura. 

Nuestro esquema del siquismo es tan claro que la confrontación de alguno de sus aspectos con las corrientes contemporáneas no tiene sentido polémico y es de utilidad en cuanto ilustra por contraste, alguna de nuestras afirmaciones. 

Ubicados en este punto, aparecen las dificultades propias de la conservación del estado de conciencia de sí. 

La práctica de la división atencional tiene utilidad sólo como preparación de la autoobservación. 

 La conciencia de sí, puede hacerse más o menos permanente, cuando el que la logra posee suficiente energía. 

Sabemos a qué tipo de energía se hace referencia y conocemos los medios pare obtenerla.  
La conciencia de sí es un gran avance en el hombre y puede adquirirse trabajando tenazmente con la autoobservación en la vida cotidiana. 

Aquel que aspire al estado de despierto comprende que debe superar hasta la conciencia de sí. 

Comprende que debe liberarse de todos sus apegos y «morir para el mundo».  

El único instrumento adecuado pare el logro de ese estado que conocemos como «conciencia objetiva», parece ser la meditación trascendental. 

Para explicarnos es correcto hacer algunas referencias a cierto tipo de pensar científico que nos aproxima a los pasos previos de la meditación trascendental. 

Tanto el mundo de los objetos percibidos como el mundo sicológico aparecen para un pensar riguroso, en el ámbito de lo dubitable. 

El mundo de lo sicológico, puede ser trascendido si se toman en cuenta no sus objetos, sino los actos de conciencia que a ellos se refieren. 

Estos actos, se convierten a la vez en «objetos» de conocimiento. 

Sabemos que puede llegarse a un mundo trascendental, luego de haber reducido los datos materiales de toda operación sicológica. 

No parece existir otro método que éste. 

Quien está empeñado en una tarea científica no tiene otro recurso que utilizar algún tipo de descripción de ese «mundo». 

Tal descripción deberá responder a preguntas tales como: «qué» o «cómo» es ese «mundo». 

Hay quienes piensan que no es correcto avanzar más allá de la respuesta por el «cómo». Opinan que una tarea descriptiva deja de serlo en cuanto se esboza una interpretación. 

Pero sucede que ya la simple descripción, lleva implícito un sistema de interpretaciones. 

 En este punto se bifurca el camino. 

Por el sendero de la descripción irá el pensar científico hasta completar un cuerpo de doctrina sobre ese mundo trascendental puro. 

Por el sendero de la contemplación avanzará la meditación trascendental. 

La meditación trascendental podrá ser objetada desde el punto de vista del pensar científico, como una actividad sin posibilidad de desarrollo, temerosa del error, sin compromiso intelectual. 

La descripción parejamente, puede ser objetada como una recaída en el mundo de lo dubitable, como una traición a la actitud científica básica de habérselas únicamente con entidades que no pueden ser cuestionadas. 

Pero las mutuas acusaciones desaparecen cuando se advierte que los senderos difieren en sus orientaciones y que el peregrino que se decide por uno u otro, lo hace movido por distintas finalidades. 

La meditación trascendental no reclama para sí las palmas científicas sino que pretende ser una vía para la liberación del hombre. 

No obstante, exige todas las precauciones del pensar riguroso hasta que da con el objeto de su búsqueda. 

La meditación trascendental como actitud general es pasiva y coloca al ser humano en estado de disponibilidad pare «ser iluminado».

No obstante, en ella se verifican distintos pasos activos que permiten seleccionar los objetos de ese «mundo» hasta dar con el adecuado. 

Por otra parte y una vez descubierto y «presentado» e! «objeto» de meditación, la contemplación admite profundizaciones de distinto nivel. 

Los problemas de la intersubjetividad, de la historicidad del mundo y de la relación de la conciencia con ese mundo, no parecen haber sido resueltos por la doctrina organizada en torno al método descriptivo. 

Es evidente que todo el sistema queda apresado en el solipsismo. 

La meditación trascendental en su cúspide parece lograr la comunicación de la conciencia con aquellos ámbitos. 

La meditación trascendental como forjadora de la conciencia objetiva, consiste en la contemplación del mundo eidético, no dependiente de la subjetividad humana. 

La presencia de ese mundo no dependiente, hace experimentar tanto la dependencia de la propia subjetividad como la dependencia del mundo externo a ella ligado, en una misma corriente de participación.

 Por cierto que quien no ha accedido a tales experiencias podrá argumentar que se trata de las viejas fórmulas del realismo clásico o según los casos, de los artilugios del idealismo trascendental. 

Pero no debe inquietarnos, porque la crítica proviene de quien no ha recorrido ese sendero.  

De todas maneras y gracias a la meditación, puede organizarse una completa «imagen del mundo». 

Las ciencias oficiales podrán brindarnos resultados prácticos en el mundo de lo cotidiano, pero no parecen hallar justificación en ningún sistema que las comprenda, ni desde luego, en sí mismas. 

La imagen del mundo derivada de la meditación trascendental, tal vez pudiera remodelar las ciencias, conectando entre sí las diversas disciplinas (que hoy amenazan separarse destructivamente) y uniformar el lenguaje para que esto sea posible. 

Una reorganización de las ciencias en base a los patrones de la filosofía fenomenológica o una comunicación interdisciplinaria gracias a una suerte de metalenguaje lógico, parecen desde nuestro punto de vista, tareas destinadas al fracaso. 

¡De todas maneras, el impulso inicial dado por el método fenomenológico, puede luego de numerosos intentos, perfeccionarse hasta superar sus prejuicios. 

El prejuicio descriptivo operando a nivel de mundo trascendental no permite una salida fuera de los campos convencionales. Si no varía la estructura mental de los científicos ocupados de tales problemas, éstos resultarán insolubles. 

Es difícil comprender que una actitud pasiva como es la de la meditación, pueda organizar a su alrededor ámbitos concéntricos para la comprensión científica del mundo. 

Si quisiéramos ser pintorescos diríamos que en esta encrucijada histórica la Ciencia podrá sobrevivir, si las mejores cabezas pensantes acogen las experiencias de la Mística. 

Hemos dicho antes, que «la meditación trascendental no reclama para sí las palmas científicas, sino que pretende ser una vía para la liberación del hombre». 

Pero si esta vía es correcta, el cambio que puede operar en aquel que toma contacto con esas experiencias fundamentales, producirá correlativamente la modificación de su estructura mental científica.

El tema de la relación Ciencia Mística, ha sido considerado desde distintos ángulos y en diversas épocas, pero el peculiar momento en que vivimos nos hace tomar esta relación no como una cuestión más, sino como el tema de urgencia. 

Hay quienes sienten sus obligaciones para con el hombre y hoy es de primera importancia la labor educadora que deben desarrollar. 

Si las cabezas científicas están (en elevada proporción) obturadas para el descubrimiento de realidades trascendentales y por esto mismo no se vinculan a la Mística, es deber de ésta acercar a aquéllas las experiencias que produzcan el cambio. 

La Mística debe aproximar a los rectores de la Ciencia un nuevo instrumento. 

Al hablar de las cabezas científicas obturadas hacemos la salvedad de aquellas que fundamentan y fundan la Ciencia en un pensar indubitable, aunque por el momento tal pensar haya sufrido desvíos en su desenvolvimiento. 

Los hombres preocupados por los problemas de fondo, no deben engañarse con las luchas periféricas entre ideologías o sistemas políticos. 

Está planteada una lucha más profunda y total entre la zona oscura y destructiva del hombre y su zona de luz, entre el sueño y el despertar, entre la regresión y la evolución. 

La verdadera lucha del hombre está en su conciencia, importa pues despertarla. 

La nueva imagen si pretende ser «verdadera» podrá construirse únicamente desde un nivel de conciencia objetivo en el que las diferencias entre conciencia y realidad, desaparezcan. 

 No hemos expuesto la relación Ciencia Mística, para justificar la utilidad de la última. 

Al fin de cuentas, una nueva imagen del mundo se construirá a partir de ella y como consecuencia de sus experiencias fundamentales. 

El objetivo de la meditación trascendental es, primariamente, no mundano. 

Esto no excluye que lo mundano sea peraltado por ella ulteriormente. 

Por otra parte, quien se aboca a su realización interior por la vía de la contemplación, no pretende eficacia en el mundo cotidiano. 

Hoy se generaliza la sospecha de que está preparada una nueva «revelación del Ser» y si ésta se opera a nivel de experiencia mística y no a nivel de experiencia científica, este redescubrimiento no permanecerá aislado en el nivel superior de algunas conciencias, sino que habrá de comunicarse a toda la humanidad, usando para esto medios adecuados. 

Sobre tales medios nada podemos decir, pero pensamos que la nueva revelación operadora de un cambio radical se expresará también de un modo nuevo, fuera de las previsiones lanzadas por la forma mental actual aceptada, que pertenece a las regiones de oscurecimiento del Ser. 

Buenos Aires, 24 de Agosto de 1969. 

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