lunes, 20 de abril de 2015

Conciencia y Mundo en Fuga - Ernesto H. de Casas

Conciencia y Mundo en Fuga 

Aporte de Ernesto H. de Casas

Actualizado, 2017

Introducción

Este es un tema que llama mucho la atención desde el primer escrito de Silo (de los 60) ‘Magia y Fuga’ en donde exponía un fenómeno del mundo actual en donde se da una conciencia mágica (que cree muchas cosas, digamos) y que se fuga del medio que encuentra un tanto hostil y conflictivo. En lugar de ir a su encuentro a modificarlo.

A partir de allí hice mi primer estudio como Conciencia y Fuga (en los 70) que sirvió de base a otro estudio ampliado, considerando la relación de la conciencia con el mundo (1980) y que ahora doy esta actualización.

Mendoza mayo 2017

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Conciencia

La palabra conciencia significa y ha significado multitud de funciones, generalidades y aspectos según las distintas ópticas con las que ha sido enfocada.

Las visiones filosóficas, psicológicas, sociológicas y psiquiátricas no concuerdan entre sí, ni tampoco los autores que profesan la misma disciplina.

El término conciencia tiene en español por lo menos dos significados o sentidos diferentes:

(1) Percatación o reconocimiento de algo, sea exterior, como un objeto, una cualidad o una situación, sea de algo interior como las modificaciones experimentadas cuando se produce una variación en el tono de trabajo del sentido interno afectado.

(2) Conocimiento del bien y del mal. Se expresa más propiamente por medio de la expresión conciencia moral. En algunos idiomas se emplean términos distintos para los dos sentidos mencionados.

El vocablo conciencia se deriva del latín constientia cuyo sentido originario fue una traducción del vocablo griego syneidesis, el cual implica una conceptualización ética. 

Aún en nuestros días en el lenguaje usamos términos tales como «tener mala conciencia», «remordimientos de conciencia», «acusarle la conciencia», «tranquilidad de conciencia», etc...

Es curioso observar cómo esta conciencia ética (moral para los romanos) se ha mantenido inalterable hasta hace dos siglos, momento en el que aparece la idea de conciencia psicológica.

El significado puede desdoblarse en otros tres aspectos:

a) El psicológico, la conciencia es la percepción del Yo por sí mismo, llamada también a veces apercepción (conciencia de la percepción, percepción atenta). 

Aunque puede hablarse de conciencia de un objeto o de una situación, éstos son conscientes en tanto que aparecen como modificaciones del Yo psicológico. Por ello se ha dicho que toda conciencia es en alguna medida autoconciencia y a veces se han identificado ambas.

b) El epistemológico o gnoseológico, la conciencia es primariamente el sujeto del conocimiento, hablándose entonces de la relación conciencia-objeto consiente, como si fuese equivalente a la relación sujeto-objeto.

c) El sentido metafísico, la conciencia es con frecuencia llamada el Yo. Se trata a veces de una hipóstasis de la conciencia psicológica o gnoseológica y a veces de una realidad que se supone previa a toda esfera psicológica o gnoseológica.

Resulta curioso que muchos psicólogos al referirse a los fenómenos de conciencia, hayan entendido a ésta como si se tratara de un mero reflejo de lo percibido, sin preocuparse por develar dónde y cómo se dan tales fenómenos. 

Seguramente consideraron que con describir los hechos de conciencia ligándolos al transcurrir, y con interpretar las fuentes de tales hechos como causas determinantes, quedaba agotado el tema de los fenómenos de conciencia para fundamentar su psicología.

Se suele vincular la conciencia con la actividad de vigilia, quedando el resto fuera de la conciencia, lo que ha hecho surgir concepciones ingenuas como las de inconsciente. Esto ha sido así por cuanto, entre otras cosas, no se han estudiado suficientemente los diferentes niveles de trabajo de la conciencia, y tampoco se ha observado la estructura de presencia y copresencia con la que trabaja el mecanismo atencional.

Hay otras concepciones que consideran a la conciencia como pasiva frente a los objetos de percepción, siendo que la conciencia trabaja estructurando activamente, coordinando las necesidades y tendencias del psiquismo con los aportes sensoriales y la memoria, mientras orienta las variaciones constantes de la relación del cuerpo con el psiquismo, es decir de la estructura psicofísica con el mundo.

Pero ya los fenomenólogos del siglo pasado hablan de la conciencia intencional, donde se da que es conciencia-de, de algo, tendida hacia algo, lo que la denota esencialmente activa. Concepción que destaca la aptitud de la c. de referirse a objetos, y que por cierto subscribimos(1).

Estructura de la conciencia

Basándonos en nuestra sicología(2), vemos que la estructura mínima de la conciencia es la relación acto-objeto, ligados por el mecanismo de intencionalidad de la conciencia. 

Esta ligazón entre actos y objetos no es para nada algo permanente ya que la conciencia tiene actos lanzados en busca de su objeto, y es precisamente esta situación la que le da dinámica a la conciencia. 

De tal manera que los objetos de conciencia (percepciones, recuerdos, representaciones, abstracciones, etc.), aparecen como los correlatos intencionales de los actos de conciencia.

La intencionalidad de la conciencia siempre está lanzada hacia el futuro, lo que la persona registra como tensión de búsqueda; también puede estar lanzada hacia el pasado en la evocación. Pero los tiempos de conciencia se estructuran en el presente. 

La conciencia futuriza y recuerda, pero el momento de la acción, lo hace en el presente. 

En el caso de la búsqueda de un recuerdo, cuando el objeto evocado aparece, «se hace presente» y, hasta tanto no suceda, la conciencia no se completa. Cuando sucede, vale decir, cuando se completa, se experimenta como distensión.

Entonces, el acto de lanzar la conciencia en búsqueda de un objeto genera tensión, el momento en que la conciencia encuentra el objeto que la completa genera distensión.

Cuando los actos encuentran el objeto que la completa, queda energía libre, que es utilizada por la conciencia en nuevos actos.

Estas operaciones descriptas son características del nivel vigílico, ya que en otros niveles (semisueño, sueño, etc.) la estructura del tiempo es distinta. 

Por esto vemos que el tiempo psicológico depende del nivel de trabajo del psiquismo. 

Siempre el tiempo de trabajo es en el presente. 

Puede la conciencia futurizar o recordar, puede efectuar múltiples juegos temporales de protensiones y retenciones, pero siempre entrecruzándose en el presente.

La eficacia de los mecanismos de reversibilidad y el tiempo presente son características vigílicas.

Pero en el contexto del siquismo humano, entendiendo a este por las diversas funciones, como sentidos, memoria, centros de respuesta (intelecto, emoción, motricidad, y demás) la conciencia es como una suerte de función coordinadora para que todo ese complejo opere correctamente.

Estructura conciencia-mundo

Como ya hemos dicho, a diferencia de los planteos de la psicología ingenua que se refiere a la conciencia como un mero reflejo de la realidad, para nosotros la conciencia es algo independiente de los objetos, pero es a través de ellos que expresa y se la conoce.

La conciencia surge vacía y en su transcurrir en el mundo, va procesando, se va llenando de datos, va completándose y va elaborando respuestas que la mantienen en la dinámica del existir.

Por lo tanto, vemos la conciencia y el mundo, ligados mutuamente. No hay conciencia sin mundo, y no hay mundo sin conciencia; de ahí, la estructura conciencia-mundo. 

En la medida que varía la conciencia, varía el mundo y en la medida que varía el mundo varía la conciencia como modo de estructurar el mundo.

Cuando hablamos de mundo, no nos referimos al planeta, ni a los objetos perceptuales directos, sino a las representaciones y relaciones que hacemos con ellos en nuestra conciencia.

Esto es: mundo es el modo particular que tiene cada uno de experimentar lo real, transformándolo en su realidad. No es sólo la presencia de objetos, sino también la relación que establece la conciencia entre ellos. De esto se deduce que lo que no he experimentado, no pertenece a mi mundo.

La conciencia se liga al mundo a través de actos, y estos actos pretenden completarla. Por eso una vez que un acto completa la conciencia, surge inmediatamente un nuevo acto en busca del objeto que la complete, y así sucesivamente. 

Desde luego, en este ir y venir, se van teniendo actos de mayor complejidad, y por lo tanto los objetos son también de mayor complejidad. Pero en este transcurrir va quedando una experiencia que modifica sutilmente al psiquismo.

Conciencia sensible

Dentro del contexto de la estructura planteada, en un primer momento (adquisición de datos), la conciencia que es pura sensibilidad comienza, por decirlo de alguna manera a «absorber los objetos» ubicándolos en la memoria como material o datos que sirven para su crecimiento y desarrollo. 

Esta es una primera etapa de la conciencia en contacto con el mundo. A esto le llamamos la conciencia sensible.

Debemos tener en cuenta que los datos almacenados estarán al servicio del desenvolvimiento de la conciencia, siempre y cuando puedan ser integrados. De lo contrario, nos encontraríamos con una conciencia desintegrada con dificultades.

Esta conciencia sensible lleva a la fusión de la interioridad con la exterioridad (proceso fundamental de aprendizaje), produciendo la identificación de la conciencia con los objetos.

En este proceso la conciencia queda atrapada por los objetos y dependiendo de ellos en principio para su transformación.

Este proceso de identificación, lleva al desarrollo de la identidad, donde la persona queda sujetada al mundo, lo que ha dado lugar a hablar de la estructura sujeto-mundo.

El proceso de fusión conciencia-mundo, funda la conciencia, que sin mundo que la complete, no sería tal.

Conciencia racional

Como un segundo momento del proceso, podemos mencionar el nacimiento de la conciencia racional, que tiene por finalidad organizar coherentemente los datos produciendo una diferenciación de la conciencia y el mundo, liberando al sujeto del mundo, y dando nacimiento a la individualidad.

Vale decir que a mayor diferenciación, sin perder conexión gracias al darse cuenta, se logra una estructura de conciencia ampliada, la que se libera progresivamente de las determinaciones de los objetos, des-identificándose y logrando de esta forma el nacimiento de la individualidad.

Es la conciencia racional, la que advierte su independencia del mundo para existir, si bien ya en la conciencia sensible, esta independencia se había manifestado de alguna forma. 

Cabe acotar, que la conciencia racional, no se generaliza totalmente por eso se dan casos en que se superpone la conciencia emocional.

Darse cuenta

Los actos de darse cuenta se dan por entrecruzamiento de vivencias mentales. Estas vivencias son temporales, dinámicas, móviles y con duración. 

De todos modos la conciencia puede recordar o futurizar, pero el darse cuenta siempre es en el presente. El acto de darse cuenta, a caer en cuenta, percatarse es de suma importancia y es lo que distingue a la conciencia propiamente humana. 

Tomar conciencia de sí, conciencia de los demás, de la otredad, es lo que nos ayuda a tener cierto nivel o calidad, distinta a la conciencia común, proclive a la distracción.

Bajo esta perspectiva, entendemos que la conciencia no es estática, sino dinámica y temporal.

Por otro lado la conciencia siempre se explica con relación a sí misma y no por la acción de los objetos. Como prueba de ello, observamos que los objetos varían en la conciencia, por la acción de ella misma, por su capacidad. 

Un ejemplo típico es el asombro que produce el descubrir determinados detalles de un objeto por primera vez, siendo que ya formaba parte de su configuración.

A la conciencia la podemos comprender fácilmente a través de la experiencia del darse cuenta, el simple darse cuenta de algo. Es a través de esta experiencia, que la conciencia se significa como tal.

El darse cuenta es algo personal, nadie puede hacerse por uno, uno no es consciente entonces de lo que no cae en cuenta y nadie lo puede hacer por uno, de allí que la comunicación humana directa es tan crucial, para ayudar a la caída en cuenta de modo más amplio que por sí mismo; además, el darse cuenta cambia la realidad de la conciencia, de uno y los demás. Muchos diálogos son intercambios de caídas en cuenta y ayudas a caer en cuenta.

Darse cuenta es como dar o ampliar sentido de realidad. Palabra que viene de realzar, lo que se realza, se acentúa del conjunto general y se destaca; y es algo que la conciencia realiza, no los objetos como tales. De lo que no nos damos cuenta de algo, es como que no existe para la conciencia.

El darse cuenta es el resultado de un intento personal, aunque a veces, surgen comprensiones inesperadas, que de todas formas son el resultado de actos de darse cuenta ya lanzados por la conciencia. 

Desde fuera se pueden crear condiciones –algo que nos importa mucho– para facilitar la caída en cuenta. Pero no se puede forzar. Este es un gran capítulo en la educación y formación personal.

En la medida en que me doy cuenta de más cosas, más conciencia voy teniendo y más me voy liberando de la determinación de la inadvertencia.

Cabe acotar, que los actos de darse cuenta, se dan por entrecruzamiento de vivencias mentales. Por eso es que a mejores vivencias y más frecuentes, mayor la posibilidad de darse cuenta, lo que hace ir de comprensión en comprensión aumentando el nivel de conciencia, de comprensión y de relación con el mundo.

Luego de todo este proceso de darse cuenta, la conciencia se comprende por sí misma. Esto es, a través del transcurrir y del darse cuenta, se ha llegado a ser pura presencia consiente.

La atención

Todo el esfuerzo hacia la conciencia de sí, comienza con la atención, es muy especial este trabajo como se ha de prestar atención a los fenómenos atendidos, internos y externos sin ser absorbidos por estos, pues allí esta esa suerte de ‘encantamiento’ de algunos casos en que se da, donde uno queda como absorto y a merced del objeto atencional. 

Ahí comenzaría la conciencia en fuga, fuga de si, por inmersión, por fascinación, en el objeto. 

Suele darse este caso con frecuencia en los objetos externos muy codiciados, que al verlos uno se queda como absorto y el deseo de poseerlo es tremendo y el individuo se ciega. 

Y no cae en cuenta de eso y en los objetos externos, que en general son imágenes, producen esa sugestión interna, más o menos intensa, que hace imposible tomar distancia de la imagen-clima. Aquí es donde deben actuar los llamados mecanismos de reversibilidad y de autocrítica, donde la conciencia se recupera y puede manejar las situaciones de mejor modo.

Así, todo parece indicar, que se empieza por el manejo atencional: atención dirigida, atención intencionada.

Conciencia de la conciencia

Comprendido lo dicho, se presenta otra situación: un acto de conciencia comienza a ser el objeto para un nuevo acto de conciencia, es decir, me doy cuenta de que me doy cuenta. En ese preciso momento, la conciencia ha caído en cuenta de ella misma. 

Esto es reversibilidad, lo que estudiamos como ‘mecanismos de reversibilidad’ que es un modo de referirse a esa aptitud de advertirse a sí misma de la conciencia q hace que me ‘de cuenta que me doy cuenta’ por citar este caso. 

Que es parte de la apercepción, es decir ‘percibo que percibo’ todo esto, que parece un trabalenguas, es simplemente el acto de advertirse a sí misma de la conciencia, cuando va a su propio encuentro. Cuando no lo haga se evade, se desentiende de sí misma o del mundo y comienza la fuga.

Vale decir, la conciencia se da cuenta de sí misma, desde otro acto mental. Ese otro acto es temporalmente distinto. Es como si dijéramos, me doy cuenta desde otro momento de conciencia, y aquí el tiempo mental adquiere un muy importante aspecto.

Adquiere entonces relevancia el vocablo autoconciencia, porque no se refiere a la conciencia de un objeto específico, que sería conciencia del objeto, sino que la conciencia es consciente de sí misma, aunque ese sí misma, sea un objeto para ese nuevo acto de conciencia. Es en este momento, en el que la conciencia puede comprenderse más adecuadamente.

Todo este rodeo nos ha permitido llegar al punto ya anteriormente señalado que la conciencia tiene capacidad de autonomía, y no depende de los objetos, sino que puede ser objeto de ella misma. 

De todos modos, siempre tendrá objetos hacia los cuales referir sus actos, sean objetos físicos, imaginarios o representaciones. 

Pero debemos tener en cuenta que puede llegar el momento en que la conciencia ya no necesite de objetos hacia los cuales referir su accionar.

A pesar de que todo lo descripto es de una gran complejidad, importa llegar a este punto en que la conciencia se estructura con el mundo, porque es en este preciso ángulo donde surge la fuga.

Conciencia ausente

A diferencia del darse cuenta, que va creando mayor presencia de la conciencia, en el no darse cuenta, la conciencia va perdiendo su presencia, se ausenta, y no se cae en cuenta ni de propias vivencias ni de objetos varios. 

Por tanto va perdiendo en sus habilidades propias y son ahora los objetos que la determinan cada vez más a la conciencia y sus propios contenidos y climas cubren ‘la realidad’ porque pierde en reversibilidad (en darse cuenta de sí misma). 

La conciencia se cosifica y son los objetos los que cobran valor para esta conciencia que ha dejado de darse cuenta. Comienzan entonces a ejercer una fuerte presión los actos irracionales; el mundo se vuelve mágico y los objetos son los que tienen mayor vigencia y se imponen.

Se les atribuye a los objetos la capacidad de resolver lo que nos pasa y nuestra conciencia queda anulada pasando a un estado de conciencia mágica o emocionada nimbada como de un no sé qué, que delata la conciencia ausente. 

Lo que no significa que se pueda argumentar racionalmente sobre lo que pasa, se puede argumentar lógicamente pero no es real del todo. Común con las supersticiones, por otra parte.

Conciencia en fuga

A este estado donde la conciencia está ausente de sí misma, aunque está presente en los objetos que considera y en los cuales se refugia, queda como cautiva de ellos, es al que denominamos conciencia en situación de fuga. Porque esquiva el ser consciente de sí misma y tomar distancia.

Hemos dicho que la conciencia se relaciona con el mundo a través de actos, y estos actos son el intento de la conciencia de tornarse más consciente de sí misma. Estos actos siempre tienen una intención, pues ya vimos que la conciencia es intencionalidad.

En la conciencia en fuga, hay una conciencia en intención de fuga, donde intenta dejar de ser consciente de sí misma y busca apoyarse en los objetos o en la conciencia irracional. Intenta no darse cuenta de lo que debe darse cuenta por sí misma, por lo que deposita en el afuera la capacidad de resolución de problemas. También se refugia en la ensoñación, en la ilusión de las cosas que considera.

La conciencia en fuga, es básicamente una conciencia en sufrimiento que, al no poder resolver ese sufrimiento con comprensiones, trata de escapar de esa situación, depositando su fe en el afuera.

Aquí la intencionalidad de la conciencia fugada adquiere una modalidad típica, que es su característica principal: esto es, la deformación tendenciosa de la estructura conciencia-mundo.

Esta distorsión de la estructura conciencia-mundo, es una distorsión tal que desemboca en un cambio de conciencia que es un mundo en fuga; donde no se fuga de algo en especial, porque si así fuera se daría cuenta de la fuga, sino que se fuga en general. Por eso hablamos de conciencia-y-mundo-en-fuga.

Como vemos esto es algo complejo, porque la conciencia no puede dejar de ser conciencia; por lo tanto la conciencia en fuga, que intenta no darse cuenta de ello y paradójicamente, al querer escapar, sólo logra quedar más encarcelada. He allí su contradicción, que irá en aumento haciendo mella…

En este punto, estamos obligados a mencionar que nos ubicamos en la posición opuesta: de aumentar la conciencia de sí, intentar las modificaciones del caso con responsabilidad, es cuando se destaca aquello de ‘hacerse cargo’, que es ser conscientes, libres, y cuando no podemos hacernos cargo, dejamos la fuga por el encuentro, de uno mismo, de los demás en modo de transformación de lo adverso.

El caracol

La metáfora del caracol, que se encoge y se guarda dentro de su caparazón cuando no puede avanzar en su medio, ejemplifica bien lo que pasa en este caso, la conciencia repliega su intención y se recogen en sus ensueños, puede armar una caparazón de roles para estar como a la defensiva en su medio y pasa a ritualizar las cosas que quiere conseguir. 

Hace rituales variados de sencillos a complejos, desde adoptar posturas, climas, gestos a tener ropajes, utensilios y demás, como suerte de amuletos, que le ayudaran ‘dando suerte’ a conseguir sus deseos.

Es un mundo mágico porque en la realidad objetal no es efectivo.

En el caso de que una puerta no se abre y alguien se enfada y grita, eso puede afectarle a otra persona para que interceda, pero no a la puerta misma (¡!), y eso es muy frecuente, de modo que hemos de estudiar nuestros modos emocionales y ver a donde se dirigen, si a los demás o a las cosas…

El caracol personal, en esta metáfora, es cuando uno se sumerge e ensueños y hace una coraza de personalidad para estar como a la defensiva de estímulos y situaciones que no favorecen a esa ensoñación; de modo que será bueno investigar estas conductas.

Conciencia atributiva

La conciencia emocionada base de la fuga, es básicamente atributiva porque adjudica atributos a los objetos que estos pueden o no tener, es el caso de los artilugios de la magia propiamente tal, como los tótems, lo los amuletos que al tocarlos o invocarlos podría suceder determinadas cosas. 

En el estudio de creencias prerreligiosas se advierten mucho estas características. Cuando el creyente adopta el símbolo de un ave, por citar un caso, creyendo que se le atribuirán los poderes de tal ave. O cuando roza una estatuilla creyendo que tendrá suerte y cosas por el estilo.

Esta conciencia emocionada-mágica(3) pasa la cotidianidad de modo relativizado digamos, entonces ciertas indumentarias, ciertos objetos, conductas, rituales (un saludo, un protocolo y demás) adoptan esas características propias de ese estado de conciencia, es creer en que tal o cual elemento (vestimenta, objeto) le dará prestigio, estatus, ámbitos social y demás. 

Aunque son simples códigos sociales que se van estableciendo para que la sociedad funcione, bien o mal…

La contradicción

Mientras más actos queden inconclusos y sin completarse mayores pueden ser las contradicciones que se acumulan, y esa energía psíquica se acumula y tendrá que descargarse o transferirse, de una u otra manera si no producirá un serio conflicto interno. 

No es difícil ver cómo puede irse generando una suerte de violencia interna que tiende a salir al medio y perturbar a los demás.

Violencia

Esta conciencia en fuga, debe deformar la estructura conciencia mundo, y para hacerlo debe violentarla, presionarla, debe forzar los hechos a fin que éstos no le recuerden la situación no resuelta. Por eso el fugado pretende, en su convencer a los demás, que lo acompañen en su fuga.

En este violentar la estructura conciencia-mundo, se comienza a caer en distintos estados; desde la intolerancia a la violencia física, pasando por la irritabilidad hasta el intento larvado de destruir la estructura conciencia-mundo.

Hemos visto fugados que desde un edificio comienzan a disparar a los transeúntes o a destruir a su familia, para luego autodestruirse o buscar ser destruido. Es así también como se producen los suicidios en masa, o los suicidios individuales «inexplicables», como los accidentes fatales, en donde son otros y no él mismo los que lo llevan a la muerte.

Desánimo

Cuando la conciencia del fugado no obtiene los resultados por él esperados, tras el forzamiento de la estructura conciencia - mundo, va quedando en soledad, comienza a aislarse y su accionar no tiene efectividad verdadera para resolver sus conflictos, por lo que intenta que sean otros los que se los resuelvan, se hace dependiente.

Comienza también un proceso de degradación del mundo y de él mismo. Cae en cuenta que sus acciones son inútiles para salir de esta situación y cree que los demás no pueden ayudarlo. Por lo tanto, suele dejar de actuar y se inmoviliza, no encontrándole sentido a nada. Suele decir: "lo he probado todo y nada da resultado".

Se siente en un callejón sin salida. Aunque sí hay salida. No para la conciencia del fugado, pero sí para aquél que afronta se atreve a ver, a mirar con sentido de realidad e intenta aceptar profundamente su fracaso, para ir retomando caminos ascendentes.

El fugado nunca advierte que aceptar su fracaso y reconocerse en situación de fuga, puede ser el comienzo de la salida, porque espera que algo mágico lo saque de allí. Y eso no sucederá. Es valorar su capacidad de intencionar(4) de un modo consciente e ir avanzando con resolución.

Espejismos

Puede también esta situación de forzar la estructura conciencia mundo, llevar a producir los llamados actos rituales, que son actos falsos, impotentes; actos que tienen sólo significado para el fugado. 

Organiza gestos, acciones, con los que pretende enfrentarse con este mundo que ahora avanza hacia él en forma amenazante (un ejemplo claro de esta situación, lo tenemos en las conductas cuasi patológicas de desajuste con el mundo)

El estado de desintegración de la estructura conciencia-mundo y el alejamiento de sí mismo es tal, que surgen fantasías que pretenden mantener la unidad de la conciencia.

Al igual que el sediento en medio del desierto, ve espejismos como un modo de satisfacer la necesidad imperiosa de mantener la estructura. 

El fugado alucina con situaciones que vienen a rescatarlo (como visiones de santos, vírgenes, platillos voladores, voces que lo guían, horóscopos varios, entre otros).

Intenta entonces con acciones falsas salir de este estado, a veces con mucha actividad que lo mantiene ocupado todo el tiempo, y no ocuparse bien de su situación de modo resolutivo. De esta forma generan otras situaciones que complican las cosas. 

Mejor empezar por mirar todo de nuevo y optar por un sentido de realidad genuino de afrontar las cosas. ¿Podrá hacerlo el jugado? Confiemos que sí. Por ello, es mejor estar bien acompañado con personas, amistades, que estén con este mismo propósito.

El cuerpo

Sabemos que el cuerpo es la conexión de la conciencia con el mundo, es una estructura indisoluble. 

Por ello cuando se quiere una fuga completa, hay que retirar el cuerpo del mundo, no exponerlo, de allí las conductas esquivas, de ocultamiento, de pasar desapercibidos. O, también conductas rituales de degradar situaciones adversas. Todo eso se hace en estado de fuga.

Una vez incorporados los actos de conciencia más lúcidos y los actos del darse cuenta, estos no se han de dejar de lado. Conviene persistir en ese esfuerzo. Esto es lo que nos facilita percatarnos de todo lo que hacemos y poder cambiar.

El cuerpo no se puede fugar, y comienza a recibir los embates, de quien se fuga. Que busca forma de ocultar, de adormecer de quitar el cuerpo de la situación comprometida.

Por medio de la sensación, la conciencia puede alejarse de sus problemas reales y comenzar a ocuparse de los síntomas del cuerpo. Síntomas que nunca responden en su origen a una enfermedad real, sino al proceso de fuga; a las tensiones no resueltas que pueden terminar afectando al cuerpo.

Pueden comenzar los excesos conocidos que saben llegar a extremos nocivos.

Así, pueden hacerse aparecer muchas conductas como intentos de descargas de tensiones, para ocupar la conciencia en otras cosas. A veces infructuosamente.

Las personas con conciencia en fuga, suelen transitar de consulta en consulta sin encontrar solución a sus problemas, hasta no dar un salto de conciencia y hacerse cargo de sí mismas emprendiendo cambios, que, por otra parte, se saben que se han de hacer.

En fin, el cuerpo será el que impida al fugado hacer un efectivo escape, y será el que pueda acerar soluciones, con el cometido de ‘meter el cuerpo’, poner el cuerpo en situación de hacerse cargo

Temores

Ante la inseguridad, o sensación de ello, surgen los temores y para cubrirlos la conciencia emocionada es especialista en presentar formas de cubrirlo, con rituales varios, desde tratar de esconder el cuerpo es de algún modo a degradar lo miedoso con exclamaciones diversas. 

Sin duda de entre todas las emociones que por inseguridades pueden surgir, es el miedo la más frecuente. Y en un mundo como el actual que se percibe como lleno de amenazas, la conducta temerosa suele prevalecer y es contagiosa a otros, por ello esos climas de temor son de fácil contagio y generalización, sin una situación que lo justifique realmente.

El fugado es inseguro porque su situación de conciencia lo es y le confiere debilidad, por ello es necesario contrarrestar con experiencias que despejen esa situación que confiera fuerza interna y registros de valentía y criterio de realidad, para captar que detrás de cualquier sombra no hay más que eso, temores, algo infantiles por cierto, e injustificados.

Resumiendo

En el fugado, la conciencia no diferencia actos de objetos. Se produce la identificación, y es por esta fusión - síntesis que todo se aparece como emocional – ya sea miedoso o de otro modo. De ahí que tienda a esconder el cuerpo, sacarlo del mundo y emprende conductas de escape, de ocultamientos. Mientras más aumentan las emocionalidad excesiva, más aumenta la distorsión, obnubilando cada vez más la conciencia.

Aquí al ir tomando conciencia de ello, mediante la autoobservación básica se va logrando una situación menos obnubilada, más neutra(5) y con una visión más clara, que contrarreste la mirada confusa que tiende a la superstición en lugar de al pensamiento crítico.

Como es el cuerpo el que en definitiva unirá el yo con el mundo, por esto sufrirá. Es por ello que el fugado intenta sacar el cuerpo del mundo. No mete el cuerpo en el mundo, sino que lo retirará con un intento larvado o evidente de ocultarlo. Con lo cual, no es raro que se desmejore de diversos modos.

Sacar el cuerpo, es no querer actuar desde él efectivamente; no querer comprender; justificar todo; no querer salir de donde se está. Meter el cuerpo, curiosamente, es avanzar con resolución a enfrentar problemáticas propias, que en principio requieren de cierto valor.

Todo lo descrito, se presenta diversamente de acuerdo a cada quién y en diversos grados -amplios o mínimos- en los que la fuga y lo mágico, aparecen como exceso o deficiencia.

Vale decir, en todos los casos de fuga, los elementos descriptos aparecen con menor o mayor intensidad.

La conciencia en fuga

En fuga se tiene conciencia, pero no de la fuga. Es como una conciencia al servicio de la fuga.

El fugado ha perdido la capacidad de autocrítica. De reconocerse. De autoconocimiento.

Así, el fugado ha elegido el camino de la no liberación, del no darse cuenta, porque aumenta su irracionalidad y su dependencia de todo aquello de lo que se fuga.

En fugado se vive como en una cárcel, donde nadie puede liberar a otro, a menos que se quiera, se reconozca y se empiece poco a poco…

El re-conocerse es lo que el fugado no quiere, porque esto de conocer, es algo que el fugado no podrá lograr jamás, ya que conocer y ser consciente son inseparables, como el autoconocimiento y la autoconciencia.

Por eso el fugado se desconoce y se teme a sí mismo, cayendo en las zonas menos lúcidas de la conciencia, es decir, en el ensueño y en la somnolencia. 

Así, la autocrítica se va haciendo mínima y la pérdida de perspectiva, máxima. La noción del yo y el aislamiento, tienden a hacerse inmensos.

La situación de la conciencia en fuga es un camino descendente, regresivo a etapas primarias de la conciencia, donde la obnubilación y el olvido de sí son las constantes.

Fracaso

Todo acto de conciencia pretende encontrar en el mundo el objeto que la completa, y vamos viendo que a mayor complejidad de los actos de conciencia, se requieren objetos de mayor complejidad.

En este proceso de actos y objetos complejos, la conciencia deja de encontrar los objetos que la completan y se encuentra con algo inédito: los objetos ya no satisfacen los actos de la conciencia. 

Esto es, la conciencia fracasa en la búsqueda de objetos que satisfagan plenamente sus tensiones (recuérdese que todo acto de conciencia se manifiesta como tensión muscular de búsqueda).

Es en el momento del fracaso, donde la conciencia en vez de caer en cuenta de su acto, intenta eliminar sus tensiones a través de las vías de escape mencionadas.

Pero si la conciencia advirtiera su fracaso y se hiciera cargo de esta situación, podría resolver este fracaso con nuevas comprensiones que la llevarían a un nuevo estado.

Pero este nuevo estado no siempre se presenta, y se hace imperioso eliminar las tensiones. 

De ahí que la conciencia comience en una intención de fuga a negar su fracaso (por omisión) y a deformar intencionalmente la estructura conciencia-mundo.

Fuga social y cultural

En lo que respecta a la fuga social y cultural, el panorama no es más halagüeño que el personal. La sociedad y la cultura realizan una fuga en masa, tiñendo así, toda actividad, todo mensaje, todo quehacer.

No es difícil encontrar en nuestra sociedad actual todos los síntomas de la fuga, donde los fetiches, los objetos mágicos, serán los últimos descubrimientos de la ciencia, sin descartar por cierto, el «rescate» de las antiguas tradiciones que toman formas modernas, tales como el yoga, la meditación, el chamanismo, etc. 

Esta situación nos habla de una fuga por su característica regresiva a los estados de la conciencia sensible, donde sabemos que los objetos tienen características mágicas y se les atribuye el poder de resolver los conflictos.

Otra de las características básicas de una sociedad en fuga, es la cerrazón, el enfrascamiento en sus propios círculos viciosos, la incomunicación y superstición creciente.

No debe creerse ingenuamente que esta situación de fuga le impide al hombre crear y organizar un tipo de pensamiento coherente dentro de sus propios límites.

Será una manera particular de pensar, de organizar, de valorar todo lo presente, lo que se impondrá a modo de valor cultural con sus correspondientes creencias. 

Esto será en el marco de referencia para la llamada «conciencia normal».

Surgen así corrientes de opinión que llevan en esa dirección, una de ellas, las menos graves, es la del entretenimiento, y la que crea algunos problemas es la de la diversión…

En fin, que es prioritario encausar la superstición, los credos, los fetiches y los ritos del momento, en cualquier orden social, político, religioso, cultural, por mejores derroteros, como decimos metafóricamente, caminos del despertar…

Todo lo que tiene posibilidades de dejar formas de fuga diversas comienza con la atención de si, la no dependencia, la autocrítica y empezar caminos con criterios de realidad. Conscientes que hay ‘otras miradas y otras realidades’. Muy auspiciosas. 
Como pasos a la elevación de la conciencia.



Ernesto H. de Casas. Madrid, 1980. Mendoza mayo 2017

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Notas

1. Estudio iniciado por F. Brentano y completado por E. Husserl y demás fenomenólogos.

2. Es decir, Apuntes de Psicología (Psicología I, II, II y IV) Silo. Ver: www.silo.net

3. Mágico y magia viene del griego que se refiere a ‘sobrenatural’ y procede de los persas, aquellos sacerdotes llamados magos que hacían esos encantamientos, rituales que eran modos de mentalmente influir en las cosas, los acontecimientos. Y pasa a la jerga grecolatina. Lo interesante que aún perdura ese significado.

4. Intencionar es casi un neologismo, porque no contamos con el verbo que exprese la aplicación o ejercicio de la intención e intencionalidad y es un concepto clave que necesitamos.

5.La neutralidad emotiva tiende a ‘la imperturbabilidad del alma’ propia de la ataraxia propuesta por los antiguos griegos.

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