sábado, 14 de mayo de 2011

Mo Ti - Fedosy Santaella - 14-05-2011


Los chinos siempre han sido los primeros. Digan lo que digan, póngale el nombre que lo pongan después al asunto, los chinos siempre son los primeros.

Cuatrocientos años antes de Cristo, Mo Ti, un filósofo confucionista de origen humilde, comenzaba a sentirse fuertemente atraído por la vida natural y sencilla, y a rechazar la banalidad del mundo, los lujos, la ambición, la guerra.

Algo estaba mal, se decía Mo Ti, pero no sabía bien qué. Dedicó entonces largas horas a resolver su inquietud. Contemplaba las cosas del mundo, disfrutaba de la naturaleza y pensaba.

A veces, el arrebato de lo que veía era tal que no podía pensar.

Le fascinaba especialmente la luz. Un día se preguntó por qué, si el mundo afuera era tan prístino, el hombre lo entendía todo al revés y hacía las cosas tan mal.

Luego de meditarlo profundamente, obtuvo una respuesta llana y obvia, como todas las grandes respuestas del universo:

El hombre lo entiende todo al revés porque recibe en su cabeza una imagen del mundo que está al revés.

Mo Ti era un hombre extraño, y tenía ideas que viajaban más allá de los otros hombres. De tanto observar la naturaleza también había llegado a la conclusión que todas las cosas funcionaban de una manera ordenada. De hecho, Mo Ti era un maniático del orden, casi un militar de la filosofía.

Así que, una vez concebido aquel poderoso pensamiento que refería a la anástrofe del mundo en la mente, Mo Ti se dio a la tarea de demostrarse a sí mismo que no se equivocaba.

Fue y tapó todas las ventanas y entradas de luz de su casa, luego abrió un pequeño hueco en una pared y, ante ese pequeño hueco, puso un trozo de madera. Lo que descubrió le dio la razón:

sobre la lámina se proyectaba un pedazo del mundo de afuera, pero al revés.

A su experimento lo llamó «lugar sosegado» y también «cuarto hermético del tesoro», pues sin duda había encontrado el tesoro que le daría la tranquilidad de espíritu: la compasión por el hombre.

Un sentimiento que le ordenó la existencia y el universo y que se tradujo inmediatamente en una fuerte sensación amorosa.

Mo Ti había entendido que todo el mal del hombre radicaba en esa imagen invertida.

La humanidad no era culpable de nada, y como tal, necesitaba de su ayuda, de su inmenso amor. Así llegó a la idea de que lo sería su nueva doctrina.

La verdadera respuesta de la existencia estaba en el amor universal. Pero aquel amor no debía ser pasivo, sino en un amor práctico, un amor lleno de acción.

Creía que no había modo de cambiar esa imagen invertida del mundo dentro de la cabeza de los hombres, así que lo mejor que se podía hacer era ayudarlos.

Ayudarlos con la acción del amor. Ayudarlos y ayudarse, pues no había ángeles ni seres sobrenaturales sobre la tierra. El hombre sólo contaba con el hombre.

La guerra, según Mo Ti, debía cesar. La guerra, la ambición y el odio, no eran más que demostraciones de lo que estaba al revés en la cabeza de las personas. La guerra debía traducirse por paz, la ambición por generosidad y el odio por amor.

Así nació el Mohismo, pensamiento filosófico que no agradó a unos cuantos. Sobre todo a los poderosos, que siempre son apenas unos cuantos. No guerra y más amor no era una ecuación que a los guerreros le gustara.

Para colmo, Mo Ti, que ya de por sí era bastante excéntrico y deslenguado, llamó a los confucionistas ególatras, pretenciosos, servidores de las clases altas y adoradores de rituales vacíos.

Separado ya de la antigua doctrina, comenzó a viajar de feudo en feudo, buscando un señor que apoyara sus ideas, y huyendo quizás de sus múltiples enemigos. No consiguió mayor apoyo de los grandes, pero de sitio en sitio, terminó captando adeptos.

Era la época de los Reinos Combatientes, precedida por la de la llamada de la Primavera y el Otoño. Entre esos dos períodos florecieron las Cien Escuelas de Pensamiento, y la gente podía decir y pensar libremente, con tal de que no se insistiera mucho en un mismo sitio. Así que, a pesar de todo, aquel pensador pudo andar más o menos tranquilo.

Se dice que Mo Ti murió en el 381. Faltaba mucho todavía para la llegada de la gran dinastía Ch'in, con el primer emperador Qin Shi Huangdi, quien en 213 a.c prohibió todo pensamiento que no estuviera de acuerdo con sus ideas y mandó a quemar los documentos pertenecientes a las antiguas escuelas.

Nunca más se volvió a hablar de Mo Ti o Mo Tzu, de su amor universal y de su mundo al revés.

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Extraído de: http://fedosysantaella.blogspot.com/2010/01/mo-ti-pinhole.html
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