martes, 15 de octubre de 2013

Cuando lo profundo llega a la sencillez y a la belleza de la cotidianidad - OFT


Si cada día abriéramos los ojos para despertar a la conciencia de que continuamente recibimos y emanamos; sea oxígeno, palabras, comida, sentimientos, ideas, emociones, energía, etc.... podríamos empezar a poner verdadera atención a nuestra calidad de vida en un sentido profundo y consciente de la interconexión y la interacción de lo que creamos y nos rodea en todo momento y quizás eso nos ayudaría a discernir lo propio de lo ajeno y lo común de lo individual.

Si prestáramos plena atención al instante por el instante, sin construcción alguna asociada ni paralela, negándonos a aceptar toda forma de especulación, bendiciendo simple y llanamente lo que hay… entonces, quizás alguna cosa empezaría a transformarse en nosotros.

Y cuando digo transformarse no hablo de fuegos de artificios ni grandes iluminarias, me refiero a algo mucho más próximo y cálido, simplemente llegar a ser capaces de sentir la vida y saborearla, así como en diminuto, como desde un estado de coherencia interna tan chiquita y sólida, que nos vuelva inquebrantables a los intereses de las guerras del ayer y también a las del mañana.

Un estado de calidez fraternal sin ruidos ni estropicios, más bien con silencios internos y, a lo sumo, alguna melodía de piano o de pájaro tropical.

No sé abuelo Mario, hoy me desperté pensando en vos.

Al abrir los ojos me pareció verlo ahí, sentado en la butaca de mi habitación, leyendo un libro, sereno y risueño con esa cara de hombre bueno y niño travieso.

Y recordé, recordé de qué se trataba todo.

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Dedicado a Mario Benedetti
Poeta y escritor humanista

(Paso de los toros, Uruguay, 14 de septiembre de 1920 –
Montevideo, Uruguay, 17 de mayo de 2009)
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