domingo, 2 de octubre de 2011

El Mundo Como Descarga de Tensiones o Apoyo de Integración de Contenidos - Ernesto H. de Casas - 1977


A.1

Éste es un punto doctrinario de suma importancia, tanto por la realidad que revela como por las consecuencias de tal concepción.

El mundo (la pura exterioridad) es entendido así como pretexto para la conciencia (la pura interioridad); como un punto de apoyo que puede servir tanto para descargar las tensiones de esa conciencia o para poder integrar los contenidos entre sí, que van surgiendo en esa conciencia a medida que transcurre su proceso en el mundo.

El mundo es, por lo tanto, lo que complementa la conciencia. Sin el mundo la conciencia queda encerrada en su soledad, sin la conciencia el mundo es algo-no-advertido; el mundo se conoce a sí mismo mediante la conciencia de sí, mediante la conciencia (humana).

La conciencia surge en el mundo "vacía", y su transcurso en el mundo, al que está lanzada a advertir, relacionarse, procesarse, provocará un "llenado" de esa conciencia; dicho a grosso modo.

En otras palabras, a medida que la conciencia transcurre, a medida que va existiendo, va elaborando respuestas para mantener esa dinámica del existir (para sí y en el mundo), esas respuestas aún cuando lanzadas al mundo, quedan como parte de la conciencia, quedan contenidas en ellas; por esto, aquel vacío original se va poblando de contenidos. De respuestas armadas y lanzadas por la conciencia, que siempre permanecen en ella de algún modo (como memoria) constituyendo las vivencias internas de la conciencia misma, configurando a la conciencia misma; no ya como forma, sino como su contenido complementario.

Esa conciencia surge vacía de contenidos, pero con una forma predeterminada de actuar. Sus mecanismos (de reversibilidad, por ejemplo) sus aparatos (de sentidos y demás), etc., están listos para empezar a operar en el mundo. Al comenzar a hacerlo empiezan a almacenarse los datos de todas esas operaciones, de todas esas respuestas, que internamente se van configurando como contenidos internos.

Ahora bien, ese funcionamiento de la conciencia, relacionada con el cuerpo y en situación de vivir (en el mundo de lo natural, de las cosas, de las personas) origina un sistema de tensiones constantes. De modo, entonces, que tensiones y contenidos son el saldo constante de todas las operaciones del psiquismo. Sea cual sea la operación efectuada, a la conciencia le queda una tensión, un contenido y el registro de ello.

Mejor dicho, mientras se produce la operación (de conciencia) se está produciendo una tensión y se está configurando un contenido, mientras se va registrando todo esto.

Cuando esas tensiones sobrepasan el umbral de tolerancia, se busca una forma que permita eliminar esa tensión excesiva. Esto no se puede eliminar, porque se lo está registrando continuamente, y esa autoadvertencia continua que el psiquismo efectúa sobre sí, es lo que le lleva a buscar las formas de mantener su estructura en buenas condiciones.

Si el psiquismo no tuviera registro de sí, podrían acumularse tensiones y contenidos contradictorios sin saber de ello, hasta el momento en que explotara sorpresivamente. Pero no es así, el psiquismo advierte y registra, concomitantemente al tener su tensión, al configurar su contenido y elaborar su respuesta.

Bien, tal pareciera ser la estructura dinámica de la conciencia en toda operación: la percepción de un fenómeno (interno o externo), la elaboración de una respuesta, la tensión que esto demanda, la configuración de un contenido y el registro de todo esto.

Si esto es correcto, el mundo puede ser entonces concebido, como complemento de la conciencia, en el cual descarga sus tensiones o por el cual integra sus contenidos internos.

A.2

¿Por qué integración de los contenidos? Porque los contenidos se configuran fácilmente, por la misma dinámica y forma mental, pero no es seguro que estén entre sí bien relacionados y sean complementos de la conciencia. Esto es lo importante de tales contenidos, tal es su función: estructurarse entre sí de un modo armónico (no contradictorio) y ser complemento de la conciencia. De manera que la conciencia va a tener dos complementos: el mundo externo (la masa de datos perceptuales) y los contenidos internos (mundo interno).

Lo que lleva a conformar una estructura mayor, comprendida por mundo externo-conciencia-mundo interno. Todo esto es lo que integra una estructura general de donde la conciencia forma parte y de no estructurarse debidamente, fatalmente se disocia. O sea, que la conciencia en esta estructura mayor de la que participa, tiene dos direcciones posibles: o integrarse o disociarse. Integrarse en sí y con el mundo interno y el externo o disociarse de sí y de los mundos mencionados.

El proceso de la conciencia es un proceso que va de menos a más; de menor a mayor integración. Sin duda el tipo de vida y el tipo de circunstancias, más la dirección individual que se imprima a la propia vida, va a determinar el monto y el nivel de contenidos a integrar o el monto y el nivel de tensiones a distensar.

Pero hasta tanto no surja una intención precisa de querer distensar apropiadamente y querer integrar contenidos adecuadamente, ese juego descrito anteriormente sucede de modo mecánico. Las personas no advierten lo que está sucediendo en sí mismas, sólo lo advierten de un modo ingenuo, un modo que tal vez es suficiente para un tipo de vida de esa clase, una vida mecánica sin mayores conocimientos.

Esta suerte de clasificación en dos tipos de personas, es tradicional, son conocidas las distensiones entre el "hombre vulgar" y el que trabaja consigo mismo.

Esta clasificación es importante, porque delimita dos tipos de actitudes muy diferentes frente a la existencia y para consigo mismo. En donde la primera evoluciona a la segunda en enseñanza.

El hombre vulgar tiene tal ignorancia de sí y de estas estructuras generales de las que participa sin saberlo, que fatalmente lleva una vida contradictoria y sufrida. Este registro continuo de las contradicciones ha hecho configurar esos mil paraísos de las distintas mitologías. Y han relacionado el momento de la muerte con esa ida al paraíso, porque sabiéndolo o no, el momento de la muerte es identificado con el cese de las contradicciones y del sufrimiento. Y que "algo" continuaría de un modo u otro. Según las doctrinas que estuvieran manifiestas o subyacentes en esas mitologías, la existencia en vida tomaba más o menos importancia.

Por ejemplo los Misterios de Eleusis concebían que después de la muerte, aquellos defectos que no se hubieran superado convenientemente en vida, se seguirían padeciendo eternamente después. Esto llevaba a considerar el momento de la vida como la oportunidad de mejorar la conducta.

Hay numerosos otros ejemplos sin duda, pero compárese esta concepción con el reencarnacionismo brahamánico, en el que fatalmente el sujeto aparecerá vivo y al mismo nivel de casta que antes.

Tal determinismo -fatalista, sin duda- hacía perder importancia al momento de la vida; es decir, en este período, a diferencia del anterior, no habría "ninguna oportunidad" de nada especial, excepto, claro está, la clase superior que perpetuaba su dominio.

De manera, entonces, que la concepción total de la vida y la muerte, pone un encuadre mayor a esa tarea de descarga de tensiones o integración de contenidos que venimos tratando y que se suma al tipo de actitud que se tome para consigo y en la vida que completa aquella estructura mayor que mencionamos como mundo externo-conciencia-mundo interno.

El problema de hacer una actividad integradora en vida (sin posposiciones) tiene gran veracidad desde que en vida los registros son seguros y posteriormente son dudosos y supuestos a conjeturas.

Eso por una parte: por otra, la conciencia está interesada en producir una descarga o una integración en el momento del registro, en el momento de la vivencia. Es más, la conciencia está interesada en ganar una forma -un comportamiento - tal que permita que toda configuración sea desde ya integrada y distensa.

Éste es un punto importante, ya que, de lograr esto, esa respuesta que se da al exterior, es de tipo integrable y no disociadora, ni para sí ni para otros.

En cambio, su opuesto, las no integraciones internas, son trasladadas al mundo externo y son también no integrables (ni para sí ni para otros).

Según esta perspectiva, en la conciencia las cosas suceden "así afuera como adentro". Si afuera se integran cosas es porque se integra adentro y así siguiendo.

De suerte tal que no sólo se va ganando en integración (o desintegración) sino en la habilidad de uno u otra vía.

Por falta de autoconocimiento y de formas de proceder, los primeros contenidos no son integrables fácilmente, pero sí lo pueden ser posteriormente. De ahí, que un "hombre vulgar" deba autoconocerse primero y conciliarse con su pasado después, es decir, integrarlo.

Ese pasado presiona el presente y condiciona el futuro; mientras más contradictorio, más inseguro es el presente y más incierto y temible es el futuro.

Opuestamente, en un interés integrativo, el presente es siempre la "oportunidad" de trabajar y el futuro es como una extensión del presente, pero en ningún caso disociado, como tampoco lo es el pasado.

De modo que el dilema surge no sólo al descubrir la existencia con su vacío (o angustia) sino al advertir que es una existencia dinámica que va configurando su interioridad en su transcurrir y que debe, a pesar de ella, conservar su cohesión estructural.

Obsérvese lo siguiente: mientras se hace algo en el mundo, es decir, mientras se dispara una respuesta por un centro, se está produciendo también un proceso interno, que se reduce a acumular tensiones o distensiones, a integrar o desintegrar.

Por lo general estas tareas que se hacen con "gusto" lo son, porque resultan relajantes; internamente confortables. Y eso es lo que decide que "nos guste" tal o cual tarea. Aparte de que sea la realización de un sueño, de un deseo, de un instinto.

Contrariamente, aquellas tareas que hacemos con disgustos acarrean "tensiones" y, por lo general, van contra los ensueños, deseos y demás.

De modo que en este caso, se están descargando tensiones al hacer algo en el mundo. Entonces, este mundo es un ámbito donde se encuentran los elementos que, conjugados, permiten hacer tareas de distensión.

Así es que el comportamiento en el mundo es un incluirse en un sistema de tensiones y distensiones, de cargas y descargas.

Vemos un recorrido posible: debo desplazarme en el espacio (tal vez para satisfacer una necesidad o para cumplir un deseo o un ensueño) esto crea tensión, que desaparecerá al hacer tal desplazamiento. Si algo impidiera ese desplazamiento, se acumularía una tensión excesiva que tendería a eliminarse por otra vía, satisfactoriamente o no.

Tal sería el caso de una suerte de tensiones que pueden llamarse "funcionales", propias del desempeño de cualquier función.

Pero puede haber algunas tensiones más internas, propias de la configuración de los contenidos. Éstas ya necesitan de un tratamiento especial para descargarlas. Estas tensiones, que pueden llamarse internas, necesitan de un canal catártico para aliviarse.

La catarsis es la puerta de salida de tales tensiones internas y que pueden manifestarse de muchas formas: desde el arte, al deporte, al ritual cotidiano, tienen que ver con la descarga de estas tensiones internas.

Tan pronto como se producen tales distensiones internas, el psiquismo ha ganado una mejor condición interior (y en el mundo) que abre la observación a los contenidos internos. Tercer paso definitorio en este proceso de la internalización del psiquismo sobre sí.

De este modo, tenemos unas tensiones muy externas, funcionales, que dirigen todo comportamiento mundano, unas tensiones más internas, que al despejarse ponen la condición para el tercer tipo de tensión, que es la provocada por los contenidos no integrados adecuadamente.

El cuarto paso, tendría que ver con la configuración de los contenidos internos, especialmente de contenidos que pueden llamarse "elevados".

Veamos, a tal edad se tuvo tal o cual experiencia, que por suceder súbita y sorpresivamente, no pudo ser integrada, es decir, no se la comprendió, fue una reacción, "algo que me sucedió y que todavía no sé si quise o no que pasara". Bien, eso está allí en la memoria, presionando el presente, para que sea estructurada, para que se termine de procesar. He allí unos contenidos no integrados, pero integrables.

Hay un caso semejante en que los contenidos no son tan integrales, son experiencias muy contradictorias, relacionadas con el atentado contra la vida, es decir contra la continuación de la conciencia. Estos contenidos, requieren de un proceso muy atento y cuidadoso para que puedan ser integrados.

Bien, en este caso, se integran tales contenidos, pero ellos en sí no son de una calidad "elevada" o especial. Sin embargo, al liberar energía -que era consumida mientras estos contenidos no se integraban - se tiende a llegar a otras áreas del psiquismo, generalmente desatendidas.

Lo que lleva a inferir que la conciencia, gana en la habilidad y capacidad integradora (al irse ejercitando en integraciones menores) y gana en la posibilidad de configurar contenidos y en experimentar experiencias no cotidianas, o sea, de tipo místicas.

Esta descripción encuentra un sistema de profundidades de la mente, en la que, al principio, están las tensiones externas funcionales, que al no solucionarse cierran la puerta misma de la conciencia. Mientras que al distenderse se delata la segunda, tercera y cuarta profundidad de la mente (por así llamarlas) que paralelamente se van expresando también en el mundo externo y tiene decisiva importancia para otras conciencias; lo que es decir para la conciencia colectiva, para la experiencia social.

De estos niveles o grados de experiencia internas, hay registro. Las primeras tensiones son más musculares y epidérmicas, con tensiones y dolores corporales e irritaciones cutáneas.

Las segundas son más viscerales y cenestésicas. Las terceras tienen como registro al espacio de representación y las cuartas -la configuración de contenidos interesantes - son muy energéticas, con diferente calidad de imagen y las concomitancias en el cuerpo son de distensiones profundas y globales.

Para este recorrido, ha sido necesario que coincida una necesidad interior y un dato externo, que al unirse han permitido el cambio de actitud de una "vulgar" a otra evolutiva, cognoscitiva, para llevar adelante el deseo o la intención de explorar o distensar la mente e integrar y configurar contenidos interesantes.

Si el místico es una persona que va más allá de sus necesidades e instintos básicos, si no cree en los sueños y deseos, si es ese explorador del alma, entonces, la distensión e integración de la mente le es su tarea sustantiva.

B.1

Observando desde esta perspectiva, la historia de la existencia humana tiene como fachada externa el progreso técnico y social, la expansión del hombre en el terreno geográfico, la conformación de culturas y civilizaciones, etc. Pero internamente tiene que ver con la descarga de esas tensiones que se producían en el existir cotidiano, y en la creación de condiciones externas menos tensas, menos sufridas.

Todo el proceso de humanización, que hace cumbre en la actualidad, es el proceso de eliminar o mejorar condiciones de sufrimiento; es decir, de mejorar condiciones externas para tener menos fuentes de dolor físico, pero no tanto de dolor psicológico (o sufrimiento propiamente tal)

Cuando esas mejores condiciones se iban logrando, iba cambiando el sistema de contenidos internos, que iba variando generacionalmente, de manera que había que ir integrando ese espacio interno y externo que se iba ampliando y configurando. Las personas o generaciones que no podían hacer tal ampliación e integración en su momento histórico quedaban fuera de proceso aislándose, a veces definitivamente.

Si imaginamos al cavernícola sin fuego ni luz, no es difícil suponer el sistema enorme de tensiones, incertidumbres, temores e inseguridades que aquello suponía. Esa masa de tensiones individuales y colectivas, aún cuando se adormezcan por un tiempo, está operando por encontrar la forma de aliviar esta tensión, entonces se descubre el fuego (reproduciendo un fenómeno natural). Con esto se sienta una nueva condición a la par que se mejora la condición general. Pero es también una nueva condición a integrar. Viniendo de una época de oscuridad total, esta novedad era algo que formaría parte del contorno diario y había que integrarlo.

Por otra parte, por esa compensación que el sistema de representaciones internas realiza, es seguro que en sueños, en semisueños, ese "fuego" fuera, previamente a encontrarlo físicamente, representado internamente. Y una vez "visto" en el espacio de representación, se tendiera (por acción de la imagen) a conformarlo externamente en el campo de la percepción y del registro corporal.

Esta descripción, que podría elaborarse muchísimo más, puede ser un prototipo de explicación para ese avance del hombre en el mundo. También los físicos actuales hacen su "experimento mental" (como lo llaman) para concebir en la pantalla interna, cosas que después son conformadas en el mundo externo.

Obsérvese cómo es correcto aquello dicho al comienzo que esta suerte de dos mundos (el interno y el externo) complementan a la conciencia en su transcurrir en el mundo y cómo distintas cosas suceden en ámbitos complementarios, la conciencia tiende a estructurarlos, a integrarlos, porque de esta manera son parte del psiquismo mismo (complementariamente).

Obsérvese otro comportamiento.

A medida que se actúa en el mundo (se comporta en el mundo) se acumulan tensiones contradictorias. Entonces, el mundo, en este caso, es sinónimo de problema, de contradicción, de conflicto: de aquí a la fuga del mundo hay un paso. Además, "mundo" es interpretado como algo externo, alejado y distante de sí, dividido de sí (no complementario)

Análogamente, sucede otro caso "adentro" de la conciencia: esos contenidos que la habitan no están en buena relación conmigo. Es decir, con ese "yo" que, a medida que se disocia de esos ámbitos complementarios, se reafirma, como ilusoria salida de cohesión interna.

Reiterando en esto. Esa disociación de mundos (interno y externo) afirma el yo, es decir, los ensueños y deseos y tensiones y demás, que se pone en oposición con el mundo externo y en ignorancia del mundo interno. De modo que se experimenta esos contenidos internos y esos sucesos del mundo como ajenos a mí, como distintos de mí, como no integrados, en definitiva.

Tal inseguridad estructural se expresa en las vivencias temerosas, egoístas, rencorosas y demás contenidos de tipo "inferior". Entendiendo por inferiores a aquellas vivencias que se configuran en un camino descendente, regresivo, disociativo.

Puesta la conciencia en una dirección, queda lanzada la forma en que irá integrando (o desintegrando), configurando (o desconfigurando) contenidos. Todo un paisaje interno y su correspondencia externa se produce inevitablemente.

B.2

Hablando de centro de gravedad, es decir, de un cierto centro o punto central en torno al cual giran todas las operaciones psíquicas y el comportamiento. No cuesta advertir, que al estar en el mundo como ámbito de carga y descarga de tensiones, el centro de gravedad es externo. Está allí en el mundo. Ese ámbito que es registrado como confortable o sufrible, tenso o distenso.

El psiquismo salta de situación en situación, se encadena en unas secuencias de situaciones de uno o diversos tipos, en donde subyace la búsqueda de distensiones y tensiones. Y dale que va en ese péndulo continuo y sin fin, de no mediar una nueva intención que no surge espontánea o naturalmente; y que si surge, no se sabe cómo canalizar, de no encontrar otra forma de vivir.

Tal es la misión de quienes advierten otra forma de vivir, que permita una salida y uno solución a esa rueda de tensiones y distensiones (parciales) infinitas.

Mientras que el otro caso, cuando se toma la existencia mundana como una forma de poder integrar y configurar contenidos interesantes, el centro de gravedad se traslada a mí, o mejor al interior de mí. El interés está puesto en la integración constante que es a la vez interna y externa. Ese traslado del centro de gravedad al interior, es posible únicamente con una actitud no vulgar, con una actitud de tipo mística y cognoscente; esto es, que la conciencia sabe a la vez que opera en sentido progresivo y no sólo opera como en el místico o religioso ingenuo o espontáneo.

Dos tipos de mundo exterior se crean a partir de ambas actitudes: Un mundo de tensión-distensión altísimamente contradictorio. Un mundo de integración-configuración, que se amplía como ámbito (externo) favorable al desarrollo progresivo del psiquismo.

Toda valoración objetal, toda alienación, toda fuga o lucha, en definitiva; todo sueño creído existente; se relativiza, se esfuma y se hace condición externa favorable al crecimiento interior.

Opuestamente, toda actividad exterior se hace postergación, disminución de crecimiento interior.

B.3

La conciencia natural, vulgar, está entretenida en sus cosas. Está divirtiéndose o llorando en su vida mundana. Tal entretenimiento la aleja de las grandes cosas, de los trabajos, de las obras del espíritu. Cuando esta entretención se esfuma, el dolor suele ocupar su lugar y por su intensidad, es obstáculo para el trabajo interno.

Esta mente distraída, que se divierte o sufre, también hace su integración a medias, su trabajo incompleto; claro está, por falta de ayuda y conocimientos adecuados.

Esta conciencia vulgar, rompe su ebriedad, en las situaciones límites, en sus idas a pique, en sus naufragios, y lanza el grito de socorro o hace denuncia de su descubrimiento, pero no atisba a dar la solución. Todavía no puede saltar y cambiar. Por ello es que el fracaso de sus expectativas dan la pequeña abertura para virar la dirección de sus propósitos.

Si en este momento descubre señales de un nuevo sentido en el mundo exterior, única realidad para él todavía, y tiene la fortuna de atenderlas, se cambia el timón y se procesará en el sentido integral. Si no, una disociación tras otra será la consecuencia.

Pero la inercia de la conciencia viva, busca y rebusca el modo de que una disociación última no se precipite; o sea: una u otra forma de locura. De allí, que periódicamente, en la sociedad humana surgen con inusitado vigor corrientes integradoras, progresivas, para ayudar en esta tarea. Y que desde el punto de vista de estas corrientes, es lo único que importa.

De estas corrientes, nosotros somos la última y más acabada versión, con destino actual y futuro. Motivo por el cual el tema que tratamos aquí sea, tal vez, el más distintivo de nuestra acción.

Es decir, ampliando la perspectiva, que la justificación de todas las corrientes místicas y religiosas - espirituales, en el estricto sentido del vocablo - no son más que la expresión colectiva social de esa corriente interna de la propia conciencia de integrar los contenidos internos, de expresarlos y conectarlos con los externos y de permitir la configuración de contenidos altivos.

De otro modo, es decir, por motivos puramente externos, no se explicaría la presencia del místico en distintas épocas o situaciones, o del proceso de esa actividad que venimos describiendo.

Esas corrientes se han expresado primitiva y reducidamente, en algunos hasta lograr más universalidad que en otros.

Este punto es muy importante, ya que esas corrientes pueden muy bien ser satisfactorias a un tipo de comunidad por su raza, condición geográfica, etc., pero al salir de su suelo originario fracasan; es decir, no pueden tener un grado más alto de integración. Así que al lograr un nivel de universalidad mayor, logran un nivel de estructuralidad mayor, permitiendo numerosos fenómenos favorables que no surgirían en otras condiciones.

Pero, volviendo al punto, ese interés de integración y configuración de contenidos interesantes está en la raíz de la conciencia, y por ello, un día u otro, en un lugar u otro brota con fuerza y se desarrolla.

C.1

Analizando el período de vida, se advierte que este problema de los contenidos y experiencias internas carece de importancia al principio (al nacer) y va paulatinamente acrecentando su importancia hacia la mitad de la vida para ser decisiva hacia el final.

En este contexto, el momento de la muerte, la proximidad o lejanía de este momento - en que se dejará de vivir - cobra importancia, porque al toparse la conciencia con su finitud, al cerrarse la puerta del futuro, al pesar el presente, e abre la memoria y se recuperan todos sus contenidos rápidamente.

Esa esperanza de integrar un contenido mañana, o de cumplir tal o cual deseo pasado mañana, se pierde y sólo cuenta lo hecho, sobrepasándose en ese momento.

Esa terrible sensación de límite y esa brusca aparición de lo hecho (y también de lo no hecho) hace que tal momento sea definitivo y por ello realzado, comentado y dudoso.

Para quien no quiere verse consigo mismo, ese momento de morir, que fuerza tal hecho, no es querido; para quien quiere seguir haciendo cosas en ese mundo externo, tampoco es un momento querido, para quien no haya completado sus integraciones, tampoco es querido, y, en general, para nadie es querido. Es más bien algo que tiene que pasar, pero no se quiere que pase.

Qué condiciones mentales tan diversas serán las del que quiere que aquello pase.

Sin duda un aburrido de vivir, alguien que se ha disociado enormemente de sí y del mundo, y que no encuentra cómo adormecerse, podrá desear la muerte, ¿pero no se arrepentirá en el último momento? Difícil de precisar todo esto, sin embargo, lo que no es difícil de asegurar, es que al morir, se pone al descubierto - para sí, principalmente - todo lo hecho, pesando tanto lo integrado como lo no integrado, y por ello sea tal vez, un momento atendido y de preocupación constante.

Distinta será sin duda la actitud frente a la muerte, con una vida de contenidos integrados, de configuraciones interesantes. Distinta la del caso opuesto, que en base a la violencia que suscitan los contenidos desintegradores, puede querer la muerte de sí y del otro. Todo contenido hostil, representado en el mundo, es algo a integrar, o a sacar del ámbito; en el primer caso algo a integrar, en el segundo algo a "matar".

Los grandes destructores, y las grandes corrientes destructivas, tienen el fondo común de nuestra vivencia mental disociativa, regresiva, temerosa, oscura. Y por el mismo sistema de nuestra descripción del cavernícola, el destructor representa la muerte en su pantalla y luego la quiere fuera de él.

El mecanismo psicológico no parece ser muy diferente, las consecuencias lo son definitivamente.

Ese descenso de estados internos, desde el fracaso al resentimiento, se consuma en lo referente a la muerte, o más precisamente en el deseo de que se produzca la muerte (para sí y para otro; en esta situación da lo mismo).

El camino ascendente, aquél que del fracaso sube por el reconocimiento y la reconciliación, es, por lo contrario, un camino que valora la vida y comprende su terminación; es decir, comprendo la muerte como el último momento; seguro de producirse, más incierto en su fecha.

Momento al que no es necesario llegar para conocer los límites y recovecos de la mente, momento al que no es necesario precipitarse para solucionar problemas, ni momento que es necesario forzar en otro.

Sabiendo que, ante la inevitabilidad de producirse, es la última oportunidad que se tiene para integrar los contenidos complejos y configurar los contenidos más interesantes.

C.2

De modo, entonces, que existir implica configurar contenidos; es, digamos, un determinismo, que acondiciona el tipo de existencia. Contenidos contradictorios para una existencia conflictiva; contenidos interesantes para una existencia interesante.

Una existencia sin una actitud integradora, padece los contenidos y sus consecuencias; y se mueve por ese ritmo de tensiones y distensiones en el mundo externo.

Una conciencia integradora maneja y articula sus contenidos (esas vivencias tenidas con signo, de las que uno no se desprende). Los concilia entre sí y los "materializa" en el mundo de modo semejante. Lo que sucede en nuestro mundo externo es el fiel reflejo de lo que nos sucede internamente. Mal podré restablecer o mejorar una amistad si no hago otro tanto - y quizás previa o simultáneamente - con el contenido interno "amistad".

Si se concibe al mundo de esta manera, siempre que se hace algo unitivo afuera, se lo hace unitivo adentro; repercute internamente y "así es afuera como adentro". Afuera puede estar o no oscuro, pero si adentro está oscuro, afuera también lo está y no inversamente. Si esclarezco adentro, esclarezco afuera y también inversamente. Quien no hace esta conversión interior, puede estar entre maestros y luminarias y permanecer tan estúpido como nunca.

Quien sabe hacer esos trabajos internos, puede aprender hasta de una piedra.

Valga también este modo de hablar, como para recalcar ese concepto de la integración interna como la base del existir diferente, del existir integral.

Cuando alguien puede moverse con soltura en sus estados internos, con sus planos y sus contenidos, puede muy bien hacer otro tanto en su entorno físico. Toda conciliación o estructuración exterior, es decir, entre cosas, personas, etc., es previa y simultáneamente efectuada en el interior de la conciencia. De esto se deduce que si se tiene un comportamiento integrador en el mundo, se lo tiene en y para consigo; y lo contrario también sucede, por acción de esa estructuralidad mayor.

Es decir que, en otros términos, la conciencia está tratando de mantener el equilibrio estructural con todas las partes que la componen y de la cual es parte. Es como si se dijera que la mente humana participa de una estructuralidad universal, que la comprende, pero ella misma puede mantener esa estructuralidad o puede romperla (para sí y para otras conciencias, aunque se pueda restablecer ese equilibrio universal en otro momento y por otras conciencias). Tal cometido es, entonces, individual (de una conciencia) y social (de muchas conciencias) porque tal estructuralidad es universal, es decir, de amplitud general.

Por esto es que tal actitud integradora es válida para uno como para todos, aunque el caso individual a primera vista sea inmensamente particular. Es decir, cada quien tendrá sus elaboraciones singulares, pero obedeciendo a esta estructuralidad universal que destacamos.

De aquí que en la actualidad, a nivel social e individual, esta tarea tenga que ser lo más universal posible, lo más amplia y estructural posible. Debido a que pasos anteriores han sido más restringidos y parciales; es decir, hay contenidos acumulados de parcialidad que al integrarlos, al pulir y mejorar sus diferencias, dan - por este hecho y por proceso - una abertura a la condición universal; es decir, más amplia, tan amplia como se exija.

Esto es, que la integración mencionada es válida tanto para un plano psicológico como para uno místico y también para un plano general, más abstracto y, por ende, la integración es verdadera en su máxima dimensión.

C.3

Toda estructura existente, la conciencia humana por tanto, está en dinámica, comprendiéndose de distintas partes y, la continuación de su existencia como estructura, con todas sus consecuencias, depende de cómo mantenga la integridad de sus partes, de sus momentos, de su proceso.

Sí, de acuerdo a esto, en el caso de la mente humana, en donde no sólo hay partes y dinámica sino creación de partes (configuración de contenidos), variación de dinámica, la integración es todavía más importante que para otras estructuras, debido a que la complejidad aumenta. De allí que la intención de mantener la integración sea la respuesta al mismo proceso, y más exactamente la respuesta y actividad sustancial inherente y definitiva para su propia continuidad y crecimiento.

Desde luego que a nivel personal, esto no se experimenta así, sino de un modo más vívido y simple, con sabor a cosa cierta y no abstracta, pero es también importante referirse en estos términos, para completar la explicación.

Retomando el punto de vista del trabajo interno, esta concepción es de enorme importancia, porque es, precisamente, integradora y explicativa.

Integradora porque estructura las posibles ubicaciones en el mundo y, en el caso del interés del trabajo interno, no hace surgir el sueño de "retirarse del mundo para meditar", o el mundo como oposición a la realización interior, etc. Esta confrontación de mundos no ha sido correctamente comprendida ni solucionada. Entonces la "renuncia a la vida mundana" es, a veces, un no saber qué hacer en el mundo, y la reclusión en ámbitos religiosos es, a veces, fuga del mundo.

Por lo demás, si mundo se toma como lo circundante, aún en una cueva hay "mundo" y si no sé cómo comportarme en él, será siempre una negación del mundo para afirmar mi interioridad y resulta que - según vimos - mundo e interioridad están íntimamente estructurados y no puedo afirmar uno a expensas del otro ni inversamente.

Si mi interés es integrativo, sintetizador por otra parte, no se está negando esto (lo externo) para afirmar aquello (lo interno) - como sucediera en numerosas corrientes anteriores a nosotros - que invariablemente trae confrontación; y esto es desintegración. Sino se está integrando las partes que componen una estructura mayor no divisible arbitrariamente. Esto no impide distinguir que se puedan formalizar ámbitos externos favorables a un desarrollo interno; en tal caso ese mundo, que tiene directamente que ver con el trabajo interno, es un ámbito más propicio, que sigue siendo mundo, favorable en este caso como lo era el anterior, un mundo que en sí es variable y fruto del ritmo de tensiones y distensiones descripto.

Así, hay dos mundos, según las actitudes internas que se decidan llevar adelante; o de tensiones-distensiones o de integración y configuración de contenidos interesantes.

D.1

Recapitulando, se entiende aquí que se puede tomar al mundo como punto de aplicación de tensiones y distensiones o como apoyo para efectuar integración interna.

De manera que lo importante, para la conciencia, es el saldo que queda en psiquismo después de las numerosas y diversas actividades externas. O bien quedan estados tensos o distensos.

En otras palabras, uno puede irse "neurotizando" a lo largo de la vida, e ir afirmando estados de tristeza, melancolía, mal humor y un larguísimo etc.; cosa normal en una forma de vida sin conocimientos ni herramientas adecuadas.

Por otra parte, son numerosas también las actividades que se realizan como distensión, así las vacaciones, las aficiones, los juegos, deportes y demás. Actividades que aparecen como inútiles, como pasatiempos y que se llevan a cabo con el deseo de distensar.

De este modo se lleva un tipo de existencia, que se encuadra en el sistema de tensión-distensión.

En un grado más profundo, hay actividades externas que pretenden, sabiéndolo o no, integrar contenidos, provocar unidad interna como consecuencia de la actividad exterior. Así el Arte, la Ciencia, la Religión y la Mística, se explican por tal intención.

El artista, por ejemplo, va moldeando sus contenidos a medida que pinta, esculpe o toca; va haciendo un trabajo con su interior como consecuencia de la actividad externa. También hacen indicaciones a la conciencia colectiva al ir presentando una imaginería que condice con la de un momento social, y el resto de la gente encuentra cierta resonancia, cierta afinidad - llamada estética - que sirve también para la configuración colectiva.

En la ciencia sucede otro tanto, pero por la vía intelectual. ¿O no es acaso la comprensión, el explicarse las cosas, una integración? En efecto, lo es, y por eso el saber no se detiene, no tanto por un afán de acumulación de datos, sino porque producen integraciones a nivel de conocimiento. ¿O no es acaso una duda la señal de un contenido desconocido y, por lo tanto, no integrado? Pareciera que sí.

De modo que la tendencia integradora de la conciencia se presenta también por estas formas o vías mencionadas.

En el caso del religioso, y más aún, en el del místico, el interés de integración y de unidad interna, se hace estrictamente específico, se sepa o no.

Obsérvese cuando una propuesta religiosa, con su alegorización, experiencia e ideología propia, coincide con la conciencia colectiva en un momento dado, produce un fuerte acto colectivo de integración y mientras facilita tal integración unificadora, la religión en marcha se mantiene vigente.

Cuando tal manifestación no se ajusta a la dinámica de la nueva configuración del psiquismo, la religión decae y surge el ateísmo.

La psicología religiosa delata un conocimiento y una acción intencionada hacia la unificación de la mente; a veces en forma muy primaria, otras intuitiva, otras con más reflexión, pero allí está esa intención marcada, que en la mística sobresale manifiestamente. Y es así porque la experiencia mística tiene que ver con la integración propiamente tal.

De hecho, las etapas integrativas de un sujeto, son fases que van desde su propia autocomprensión biográfica, pasando por problemas irresueltos, por accidentes y demás, hasta dejar estas etapas y pasar a la experiencia religiosa y mística.

Esto es así, seguramente porque al ir quedando energía libre al resolver problemas (integrando contenidos menores) la conciencia se amplía hasta esos límites excepcionales para la mente ordinaria.

La Moral, cualquiera sea su presentación, persigue el mismo fin al dar normas o reglas, elevadas o elementales, para ajustar el comportamiento hacia un camino unitivo.

Por supuesto que no ha sido siempre así, a veces las morales represivas han logrado más disociación que otra cosa, pero en el trasfondo de la propuesta moral, está ese interés de dar una normativa para facilitar el mantenimiento y aumento de armonía y unidad interna en el contexto social y mundano.

O sea, que la moral pretende a través de una forma de comportamiento determinado en el mundo, cierta formalización interna unificadora y con unificaciones externas generales e internas individuales.

Explicando así las cosas, se entienden muchas actividades del hombre, no por su valorización externa como hace creer la ingenuidad, sino porque favorece el mantenimiento de la unidad de la mente en su permanente procesarse.

D.2

Pareciera que la conexión entre la actividad externa y la situación interna se da por resonancia. Ciertas cosas externas resuenan más que otras, y esto es porque a mayor resonancia hay una configuración interna ya definida o en proceso de definición.

De modo que, si se aprovecha el accionar mundano para ampliar el campo de resonancias, otro tanto va sucediendo adentro. Así, si externamente se pueden hacer desplazamientos en distintos niveles (sociales por ejemplo), se pueden ampliar y reducir situaciones, se pueden establecer lazos con facilidad; en definitiva, no se encuentran mayores dificultades en el medio exterior, es porque el ámbito correspondiente interno está en las mismas condiciones.

De manera que al saber que cuando se hace algo afuera repercute decididamente en lo interior yo puedo usar el mundo para mi configuración interna, cosa que luego revierte y nos encontramos nuevamente con aquello de "así afuera como adentro". Y si amplío mi intencionalidad atendiendo estructuralmente ambos planos, cumplo entonces con aquello de apoyarme en lo externo para favorecer el estado interno.

Inversamente, al contar con más facilidades internas, así será en el medio ambiente; al poder pasar por distintos estados, al no haber fijaciones, al haber ductilidad y dinámica interna, eso se expresará en la conducta en el mundo con consecuencias del mismo tipo.

Hablando más específicamente, sabemos bien que el estado de la mente se lo descubre en semisueño activo. Allí al disminuir la percepción exterior, se amplía la percepción interior y la mente se expresa por la vía alegórica, manifestando su situación real. De aquí que en todas las culturas hayan usado distintos medios para inducir ese particular estado de conciencia y poder, a su modo, trabajar en esa forma. Las drogas por una parte y las distintas prácticas místico-religiosas han pretendido, sin saberlo, inducir este estado y facilitar que broten inusitadamente los contenidos almacenados para trabajarlos de alguna manera (sin descartar que otras prácticas han pretendido estados más altos que la vigilia).

Ahora bien, al estar en el mundo se deja el semisueño y se pasa a vigilia, y esto da la ilusión de que no se está trabajando con lo interno, ya que los sentidos externos están dispuestos para aumentar la aptitud de moverse en el espacio y de ser eficiente en lo cotidiano, en el mundo. Pero la conciencia en su totalidad no ha desaparecido de ninguna manera, sino que sigue allí, copresente y operando de continuo. Por esto es que toda actividad exterior repercute internamente, porque a pesar de que en un momento se está trabajando con un nivel especializado (como es el semisueño, sueño o vigilia) la conciencia sigue trabajando como estructura total.

Esto se comprueba en experiencias límites, cuando, por ejemplo, se está dormido o en semisueño y luego se recuerdan percepciones vigílicas liminares.

De modo que las posibilidades de trabajo interno que presenta el estar en el mundo con un cambio de actitud, no son tan amplias como las posibilidades operatorias específicas con sus condiciones y tecnologías, pero sigue siendo parte de la existencia de la mente; lo que indica que tal actitud, en nuestro caso, es una extensión a todos los planos en que la conciencia actúa.

D.3

El punto que facilita enormemente esta integración interna obrando en el mundo, es la propuesta de actuar de acuerdo a los Principios. Si actúo por y con los Principios, se ve que tal cosa repercute en todo el psiquismo, dando unidad interna. Y si trabajo en operatoria de acuerdo a los Principios, hago la integración interna también de acuerdo a ellos. ¿Qué significa esto? Significa que los Principios responden a la realidad total que abarca la conciencia. Sin deparar ámbitos aún cuando los distintos niveles de conciencia configuren distintas cosas, como es una fórmula matemática y una alegoría ensoñativa.

Esto hace pensar que, por ejemplo, se puede hacer una transferencia en base a Principios e igualmente se puede montar una ciencia, como elaborar la constitución de un país. Entonces, ¿cómo no va a ser unitivo el actuar en el mundo de acuerdo a los Principios, si resulta que se ajustan a todas las gamas de la realidad?

Esto lleva a pensar en cómo la mente se las arregla para detectar la realidad, descubrir su estructura y hacer formulaciones que sirvan después para moverse realmente con la realidad. Pero esto sería otro punto para otra oportunidad.

Resumiendo, el actuar en el mundo acumula contradicción o unidad interna; cosa que se presta para realizar un minucioso análisis con sus definiciones para ver cómo se produce una contradicción o unidad, qué es cada una de estas cosas y demás.

Pero lo cierto es que el saldo acumulado a lo largo de la vida es de tipo unitivo o contradictorio, y según pesen más unos que otros, así será la situación total de la conciencia, así será la sumatoria y estructuración de los contenidos psíquicos.

Por otra parte, no sólo se integran contenidos, sino que se amplía la capacidad de integración, y análogamente con las contracciones. Es decir: a medida que se ejercita una u otra conducta, se amplía una capacidad u otra. Por ejemplo, en otro terreno, no sólo me doy cuenta de esto y aquello, sino que con el tiempo ejercito otro tipo de actos, excepto el de rechazar.

Así es que se trata tanto del accionar aplicado, objetado, como del accionar mismo en cuanto tal.

Esto de un tipo de actos u otros que, por lo dicho, es, en definitiva, lo que permanece, lo que recurre, se manifiesta intensamente en el momento de la muerte y, en general, en todos los llamados "momentos límites". Allí la conciencia, limitada en su futuro, actualiza sus experiencias y el modo preferencial de actuar.

Esto es lo que han pintado las diversas mitologías con aquello de los juicios y de pesar o evaluar los actos, con sus dioses haciendo tales operaciones y la indicación de tal o cual camino posterior a la evaluación.

Esta coincidencia mitológica, alegórica, que preocupa a los estudiosos, se debe a que toda mente humana, primitiva o actual, atraviesa por un momento límite en el que no habrá mañana para mejorar las cosas, y lo manifiesta más o menos alegóricamente, según sea el estado de evaluación psíquica.

En tal momento, la mente pone en juego toda la unidad o contradicción; o, mejor, la proporción entre estos dos factores, que acumuló en vida. Y como el cuerpo está en disfunción, se produce el estado de semisueño, en el que se altera el tiempo y la composición vigílica, y se recuperan todos los actos y contenidos con gran vivacidad y tremenda importancia.

Entonces, como en todos los momentos cúlmines, la mente requiere de sugerencias de elementos y, básicamente, de guía. Pero en este caso lo que ha sucedido es que se ha intensificado la mecánica mental, pero siempre está presente esa necesidad de guía, de complementar la conciencia con direcciones para su mejor desarrollo.

De esto se desprende que la mente necesita una formulación que la complemente atendiendo con rigor a esa posibilidad unitiva de la que el sentimiento religioso sea su mejor expresión.

En este contexto se aclaran dos cosas: una, la necesidad de guía; y otra, que la oportunidad de cambio en el mundo es mediante el comportamiento. O sea, que la vía contradictoria se abre por falta o desatención de guías y por un comportamiento incorrecto. Es decir, que la contracción, o la unidad, no está en las cosas, no es que el mundo influya de un modo u otro, por cierto; sino que según se movilice un comportamiento u otro - en el mundo - es que se obtiene tal o cual consecuencia.

La vía unitiva se abre, al atender las guías que son más bien complementarias que impositivas y enmarcando el comportamiento en reglas lo más universales posibles.

Es obvio, entonces, que aquí empalman los Principios, como herramienta para complementar el trabajo vigílico con el de semisueño o sueño u otro. Estos principios, por su universalidad, permiten tanto una guía de trabajo interno, como de conducta en el mundo.

De modo que a la pregunta "¿cómo hago para usar el mundo como punto de referencia para mi integración interna?", salta la respuesta nunca tan clara: comportándome de acuerdo con los Principios, "así afuera como adentro".

En realidad, y con más rigor doctrinario, hay que notar que estas divisiones "internas y externas", conciencia y mundo, etc. son más bien explicativas que ciertas, ya que hay estructuras completas operando. Así, ese adentro y afuera de la conciencia se da como la conciencia traduciendo los estímulos que le vienen del exterior, pero en cuanto que son recibidos, traducidos, conformados y respondidos se está en presencia del gran campo que abarca la conciencia. Por eso ese mundo externo se conforma de acuerdo a cómo se lo traduce, a cómo se lo conforma. Aquel "vacío" y "llenado" que se mencionó al comienzo, es también una forma de explicar cómo en base a una forma mental se van traduciendo los estímulos y conformando contenidos y conducta; y por ello, mundo interno y externo; pero en la realidad parece existir un gran campo para y de la conciencia que en base a traducciones y formaciones se va construyendo. De aquí la importancia de preocuparse por "cómo" se hace tal construcción, para que sea lo más unitiva posible.

CONCLUSIÓN

1.- De este modo se concibe una estructura completa en donde la conciencia está en el medio, delante del mundo externo - a ser percibido - y detrás (y adentro) el mundo interno a ser configurado e integrado. Valga este modo de explicarlo.

Así la conciencia debe mantener la totalidad de esta estructura mayor (de la que participa) en equilibrio e integración.

Cuando no se pueden integrar y equilibrar los contenidos internos, lo mismo sucede en el ámbito externo. Y cuando sucede lo inverso, la integración es en ambos ámbitos.

Ahora bien, una cosa es la tarea de integrar los contenidos configurados previamente (donde la Operatoria tiene su campo de trabajo) y otra cosa es generar una suerte de actitud integrativa, que permita facilitar la integración de los contenidos que son nuevos para el psiquismo, que se están configurando en este momento dado. Éste es un punto de particular importancia.

De no generarse una actitud integrativa constante, siempre hay que volver a trabajar sobre lo pasado, y lo futuro y presente se desarticula. Esta actitud es la que convierte la situación en el mundo; la convierte de una situación natural, espontánea, a una situación de integración constante de los contenidos que, invariablemente, se van configurando en el transcurso del existir.

Existir es configurar contenidos indefectiblemente, de modo que el segundo paso es integrarlos entre sí, con la conciencia misma y con la conducta en el mundo. De lo contrario la configuración interna es de tipo disociativa, no integradora.

La existencia, vista así, cobra un sentido directo y decisivo, y éste es: la integración de los contenidos que invariablemente se configuran en ese estar en el mundo.

Veamos: cuando en una conciencia surge el "temor al futuro", "climas de soledad" y demás, se trata de contenidos configurados, pero no integrados. Entonces, el sentido de la conciencia es dar integración a tales contenidos con los correspondientes cambios, traslados, o lo que sea necesario para que tal estructuración se produzca.

Así, una conciencia integrada se comporta de modo semejante en el mundo, de suerte tal que cada nueva actuación es fácilmente integrada. Y no sólo esto, sino que tal nueva y conveniente condición permite la configuración de contenidos antes imposibles para la conciencia con su condición previa.

Según esto, se gana en integración y en la facultad de integrar constantemente; lo que pone una nueva condición para el surgimiento de nuevos contenidos. Los que a su vez refuerzan esa nueva actitud mencionada. Y todo este conjunto genera un comportamiento diferente por sus propiedades integradoras y configurativas de un mundo (aquello externo a la mente) que revierte en la misma conciencia como facilidad de integración.

En otras palabras, se ha trasladado el centro de gravedad a sí mismo.

Ahora ese "sí mismo" tiene mayor significado, dado que se van a contener los elementos psíquicos de forma apropiada. La conciencia no está fuera de sí en ese sistema de tensión-distensión en donde poco a poco la mente misma se va postergando y queda relegada a planos secundarios de importancia; lo que se configura como "falta de sentido", "temores", etc., y no podría ser de otro modo ya que la mente - en este caso - está desatendida, no se la trabaja; y todo lo que no se atiende perece.

Posiblemente tal desatención original deriva de los sentidos externos que siempre están dirigidos a la exterioridad, llevando consigo a la conciencia hacia fuera, entendiendo a esta zona como lo real, siendo que, como vimos, es parte de la realidad (la perceptible) y debe integrarse toda la estructura completa como área total de la realidad.

Tal inercia de los sentidos externos, orientan a la mente hacia fuera de sí, tensándola en este sentido y desorientándola para con la zona interna y para consigo misma.

La mente ingenua, primitiva, puso y vio los contenidos internos también afuera, creyéndolos como perceptibles y con existencia autónoma. Así los dioses, los tótems, los espíritus y cuantos contenidos configurados hubieron, se pusieron fuera de sí.

Poco a poco, la conciencia se internalizó y delimitó el adentro y afuera y el sí mismo. Este avance es ya una integración y complementación del campo real en donde la mente se ve envuelta.

Este breve proceso es un poco el de la mente natural, de la mentación ordinaria, pero para dar el paso integrativo que se viene aquí mencionando, se requiere saltar a una mentación diferente, a una mentación de escuela, de otro modo no es posible.

Esta nueva mentación, con su campo de realidad ampliado a sus límites ciertos, con su nueva actitud integradora, inaugura una nueva etapa de la existencia humana con un campo tan radical como no lo hubo nunca.

No se dice aquí que en otras corrientes o personas atisbaran o propusieran algo parecido, sino simplemente que tal postura ante el mundo y para consigo mismo no se ha definido con tanta claridad ni tomado tan en serio.

El registro de esta nueva experiencia se extiende a los tiempos psicológicos, variando el modo de temporalizar los eventos y contenidos, de modo que se resuelve también la tensión-distensión, la contradicción entre una mente tendida al futuro y una mente ocupada con el pasado. Esta básica contradicción de las direcciones mentales es también disociativa si no se produce una estructuración global que compagine adecuadamente.

Cada momento, con esta actitud integradora, puede ser un momento de trabajo interno concomitante a la tarea externa que se haga. Éste es el punto. De otro modo se hace algo afuera y concomitantemente se puede estar configurando un contenido (y afirmando anteriores) que sean contradictorios y disociantes. De modo que cuando la conciencia se examina, descubre apenada que su paisaje interno en nada ha progresado a pesar de ciertas hazañas exteriores.

Éste es el caso que se quiere superar.

Rediciendo algunas cosas, puede observarse que cada situación difícil, novedosa o desconocida, produce tensión; cada situación (en el mundo) cómoda, placentera, provoca distensión.

Así, el mundo es interpretado como fuente de tensiones y distensiones.

Tales o cuales situaciones me ponen muy nervioso (es decir, tenso) y tales otras me dejan tranquilo (es decir, distenso). Éstas son las palabras usuales para resumir las múltiples situaciones que se viven. Pero además, como se sabe, una y otra reacción (tenso y distenso) se graban en la memoria abriendo una vía preferencial, de manera que, en sucesivas situaciones, se suman la tensión o distensión grabadas.

Ahora bien, estas tensiones y distensiones naturales, al grabarse, se conforman en contenidos, y una tensión contenida crea una condición tensa que es la que recibe y articula con tal propiedad los nuevos estímulos y las nuevas traducciones internas.

Entonces, todo el comportamiento se tensa.

Esto lleva a movilizar los mecanismos de altercación y descontrol del psiquismo, dando las distintas formas de agresividad y violencia características. Por esta vía, cuando la tensión se hace excesiva, se busca la distensión, a veces confrontándose o con desenlaces bruscos; por esa búsqueda, transitoria por lo demás, de distensión.

Por otra parte, los contenidos no integrados crean tensión, y al desaparecer ésta, la desintegración continúa. De aquí la necesidad de distensar, de aliviar, para poder atacar los contenidos contradictorios o en situación disociativa.

De este modo, el trabajo de distensión es previo al de integración, porque abre el camino y pone la situación conveniente a una integración creciente y gradual.

Esta distensión pone en marcha los mecanismos más elevados de conciencia, "santos" puede decirse, que acompañan y se fortalecen con la integración que se menciona.

Si esto es así, quiere decir que, paralelamente a tensar o distensar, integrar o desintegrar, se crean condiciones de un tipo y otro, se abre una vía u otra para el psiquismo y se moviliza un tipo u otro de mecanismos. De modo tal, que es toda una estructura mecánica la que está actuando con numerosas consecuencias.

Esto implica que puede tomarse al mundo (y sobre esto trata el presente aporte), como una referencia para tensiones o distensiones y sus posteriores integraciones o desintegraciones. Como sea, cual sea el tipo de operación que se haga, siempre se lanzará una conducta al mundo, éste se verá afectado por esa conducta. Puede suponerse entonces que muy distintos mundos van a resultar de un comportamiento u otro. O sea, que no sólo puedo variar mi actitud en el mundo, sino que puedo también cambiar el mundo, configurarlo (para mí y los otros) de cierto modo. Esto es de serias consecuencias.

Hay que mencionar también que los contenidos internos forman grupos de contenidos en base a relaciones de afinidad, configurando, con el tiempo, un sistema de registros, que corresponden directamente a estos contenidos agrupados, de ciertas características comunes.

Este sistema de registros, esta suerte de "mapa interno" deriva en sus correspondientes estados internos preferibles, con sus climas, imágenes y sistema de ideación. Toda esta estructuración configurada internamente pone a la conciencia susceptible en referencia al sistema configurado. De modo que ante cualquier señal externa que tenga que ver con esos contenidos agrupados, se detecta rápida afinidad o, contrariamente, rechazo. De modo que la conducta se va orientando en base a tal mapa, a tal sistema de registros, determinando, por tanto, el tipo de afinidades. De tal forma que las afinidades entre las personas, de las personas con ciertas actividades, el sistema de preferencias, etc., etc., tiene que ver directamente con los registros (de contenidos) internos. Así a nivel personal y social.

De repente una correntada psíquica se moviliza y todos los registros de afinidad van coincidiendo y sumándose. Esto explica todos los movimientos humanos del tinte que sean; indiferentemente a las cuestiones secundarias, lo decisivo en todos los movimientos es el mismo sistema de registros y de contenidos que se puede movilizar.

Así sucede en la línea progresiva como en la regresiva.

Cuando las disociaciones son fuertes, todas las mentalidades que estén en la misma situación (con el mismo registro) se suman invariablemente.

Igualmente en sentido opuesto, a las corrientes progresivas adhieren quienes pueden converger con los mismos registros y también aquellos que visualizan que la corriente en cuestión les produce registros compensatorios a los disociativos.

Por esto también se entiende cómo al trabajar con los contenidos internos en su comprensión, configuración e integración, se va organizando otro mapa con otro sistema de registros y por lo tanto de afinidades. Y por la naturaleza expansiva y contaminante de los contenidos progresivos, se producen una nueva correntada de este tipo, no sin resistencia de los contenidos y registros regresivos, pero poco a poco se va inaugurando una nueva etapa mental.

Cuando esto se va desarrollando, la mente puede distinguir entre los ámbitos externos más apropiados y específicos para su desarrollo interno puro de aquellos ámbitos vulgares, cotidianos, que, si bien no son específicos, merced al cambio de actitud mencionado, pueden tomarse como pretexto para, de todos modos, trabajar integradamente. Así, el mundo es siempre un pretexto para el desarrollo interno; mundo al que, por otra parte, no se lo puede obviar, sino, más bien, configurar a imagen y semejanza del sistema interno de contenidos.

De otro modo lo ganado un día se pierde en otro, surgiendo un abismo entre el mundo interno y el externo, lo que lleva al encerramiento, fuga del mundo y asfixia de contenidos que se desintegran. Ese abismo sacude a la conciencia poniéndola en fuga y en búsqueda de refugio, y, si se toma por tal al trabajo interno, la batalla está perdida desde el vamos. El fugado se ha disfrazado de místico.

Mientras que, inversamente, el místico (aquél que se dedica al trabajo interno, que va más allá de las tareas cotidianas) se viste de ciudadano por entender que también allí, en la calle, en las ciudades congestionadas de problemas, comienza la actividad integradora, para sí y sus semejantes.

De manera que no es sólo una tarea (la de integración) individualista, sino más bien colectiva; en el sentido de que son parte inseparable de ese mundo de convivencia e interno como sistema de registros comunes. De modo que se trata también de la integración de contenidos de todos. Así surge la nueva comunidad, como ámbito favorable, de intereses y registros comunes, para la integración colectiva de contenidos.

Las corrientes regresivas de vivir, van francamente en sentido desintegrante (opuesto, por tanto, al que nos interesa) con la consecuente sobretensión y sufrimiento excesivo; esto también se da por afinidad, y fuertes correntadas regresivas emergen hasta llegar al desastre como explosión distensiva. Así como en esta dirección no se integra la oscuridad con la claridad interna, tampoco se integran el día y la noche, o las razas y las clases sociales.

Aquellos que no integran sus contenidos individuales menos pueden con los sociales. E inversamente, quien va integrando su propio psiquismo se extiende a ayudar al otro, de manera concomitante; porque ayudar al otro - en su integración - es ayudarme a mí.

¿No es acaso esta actitud integradora total la más interesante y completa de todas? Claro que sí, y en eso estamos.

Todo lo comentado aquí pretende destacar cómo la conciencia está en juego con el mundo externo configurando sus contenidos internos, de modo que puede moverse en el mundo, con vistas a realizar integraciones profundas y duraderas en su interior; y así es que el mundo carece de importancia en sí, sino que cobra importancia para la conciencia, según la actitud que ésta adopte.

Si se tiene en cuenta que, concomitantemente a una acción cualquiera en el mundo se produce un contenido, lo más importante es la configuración de tal contenido. Por ejemplo, se pueden hacer diversísimas cosas en el mundo, pero configurar un solo tipo de contenidos y no integrarlo bien. Es más, a veces, la cantidad de cosas que se quieren en el mundo, es porque no se consiguen internamente, o también, a mejores consecuciones internas, mejores movimientos externos.

El hecho es, entonces, que puedo estar en el mundo atendiendo a las configuraciones e integraciones de mi interior y ser también eficaz en el mundo, ya que una cosa va con la otra.

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Extraído de: http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:4RyBHb26NgkJ:xa.yimg.com/kq/groups/15666485/739067663/name/Mundo_como_descarga_tensiones_o_integracion_contenidos.rtf+Mundo+como+descarga+tensiones+o+integraci%C3%B3n+contenidos&cd=2&hl=es&ct=clnk&gl=ar&client=firefox-a
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