viernes, 11 de diciembre de 2009

Todavia hay futuro - Prologo - Ernesto H. de Casas


Considero imposible que a los miles de millones de personas que habitamos este planeta nos pueda resultar indiferente el tema del sentido de la vida. Este aparece como el punto de mayor interés, destacándose por encima de otros temas que, si bien son importantes actualmente, no tocan el problema de fondo que hoy se vive: el problema de la desorientación general del mundo contemporáneo ante el futuro.

Si pensamos en la cantidad de problemas que amenazan constantemente, vemos que estamos ante una crisis de gran magnitud en la que asistimos al ocaso de las ideologías, al desmembramiento moral, al oscurecimiento del espíritu.

Todo esto se expresa cotidianamente en las confrontaciones de distintos bandos, en el roce generacional, en los desentendimientos de clases y, por sobre todo, en el aumento del sufrimiento individual y colectivo.

Cada persona experimenta la presión en sí misma de este contexto social enrarecido que, lejos de ayudar, suma agobio a las preocupaciones individuales.

Estas preocupaciones se manifiestan como inseguridad en el presente e incertidumbre respecto al futuro, reforzadas quizá por las frustraciones del pasado.

En suma, el enmarque social tradicional se desfigura a la par que se evidencia la falta de pautas y referencias concretas a seguir, con lo que la vida individual se ahoga en las contradicciones. Así, el desequilibrio interior del ser humano aumenta peligrosamente. No importa a qué tipo de sociedad se pertenezca, o qué credo se profese, ni qué grado de cualificación se tenga; nadie está exento de ser golpeado por las distintas formas de confusión cotidiana.

Tampoco importa la edad, el sexo o la raza para sentir una disconformidad latente o manifiesta sobre las condiciones en las que a cada uno le toca vivir.

Esta disconformidad se hace patente cuando se cierran oportunidades, cuando se pierden las esperanzas o cuando se desconocen las soluciones ves tremenda. Este cuadro de situación general va en detrimento del sentido de la vida; la vida va perdiendo dirección y significado y el simple hecho de vivir resulta cada vez más confuso, complejo e incierto. Tales son los sentimientos e ideas que caracterizan a momentos cruciales, como el que pasa la Humanidad en nuestra época. ¿Lograremos superar esta crisis? ¿Lograremos encaminarnos de un modo certero hacia el mañana?

Pero hoy una búsqueda surge desde lo más profundo del ser humano con un manifiesto intento de superar la crisis actual, no sólo para recomponer las cosas de mejor manera, sino para inaugurar nuevas rutas de verdadero desarrollo. Es indiscutible que la conciencia humana está ante un desafío, ante un reto histórico, al que responderá sin duda coherentemente, como ya lo hace, para emerger nuevamente reforzada en sus capacidades y potencial, transformándose a sí misma otra vez, para configurar un mundo que le sea propicio a su equilibrio, desarrollo y expansión.

La vida tiene sentido y apunta en sentido trascendente y, por tanto, la admisión de tal concepción no acepta, por ningún motivo, la desaparición del mundo y de las personas en el absurdo. Precisamente por adoptar una postura positiva orientada por el sentido profundo de la vida es por lo que no se puede admitir ninguna tesis apocalíptica.

Admitamos una situación de crisis seria, pero concomitantemente, adoptemos una postura de superación, de acción positiva.

Finalizando, al parecer los nuevos tiempos serán de quienes se orientan con sentido real en la vida, para poder transformarse positivamente y transformar de igual modo al mundo que los rodea.

Podemos decir entonces: ¿Crisis? Sí, pero "sin el fin del mundo". ¿Sufrimiento? Sí, pero superable.

¿Confusión, sin-sentido y desvalidez interna? Sí, pero convertibles.

¿Soluciones? Sí, pero verdaderas y no más lejos que en uno mismo, en los demás, en las nuevas comunidades humanistas.

Este texto es un aporte para señalar la solución verdadera a la problemática antes mencionada. Valiéndose de la descripción, se tratan aquí los grandes temas del sufrimiento, su superación, la felicidad creciente y el sentido de la vida trascendente, enmarcados por parámetros de enseñanza y experiencia.

Esquema e interés de la obra

Este libro consta de un texto principal dividido en tres partes con sus capítulos correspondientes e incluye al final notas ampliatorias, cuya incorporación en el libro se justifica para complementar la temática principal. Al final se incluyen notas que aclaran o amplían conceptos importantes. La finalidad de la obra está marcada por el interés puesto en ofrecer una contribución positiva sobre la existencia humana y las condiciones que la favorecen.

Bibliografía de referencia

Las fuentes de esta corriente de pensamiento se encuentran en los libros Humanizar la Tierra de Silo, en Autoliberación, de L. A. Ammann y también en la amplia experiencia acumulada en base a la actividad constante llevada a cabo por los humanistas, en donde una suerte de idea-guia nos dice: "El equilibrio y desarrollo individual y social pueden lograrse si las personas adquieren un coherente sentido de la vida en relación a los demás y a la acción necesaria de llevar a cabo en el medio en que se vive. De otro modo, toda existencia sin dirección, o falseada en su sentido, genera sufrimiento personal y colectivo. Los grupos y equipo de trabajo humanistas son, en este sentido, un instrumento que tiende a esclarecer ese sentido, a convertir un sentido falseado en una orientación verdadera de la vida y a movilizar en este sentido con gran fuerza personal y social".

Es mi interés, exponer estas ideas, que son también sentimientos e imágenes, en las páginas siguientes, anhelando que sirvan no solo de comprensión de estos temas, sino de facilitar el acto de emprender nuevos caminos de cambios, personales y sociales.

Reconocimiento

Quisiera expresar mi agradecimiento a los amigos que han prestado su inestimable colaboración en la concreción de este libro, citando sólo algunos, agradezco muy especialmente a Nélida Rey, Raquel Calvo, Marcos Pampillón por sus sugerencias literarias, a L.A. Ammann por su valioso asesoramiento ideológico y a Rafael de la Rubia que ha permitido la primera publicación del presente libro.

Y, muy especialmente a todos los que, con su testimonio han valorado este aporte, permitiéndome renovar el impulso de continuar en la labor difusora de nuestras propuestas.

Ernesto H. de Casas

Tokio, 5 de Febrero de 1981.
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